El quetzal

 

Seguro que en el lugar donde vives hay muchas aves. Te lo decimos muy convencidos porque en nuestro país habita una gran variedad. Aves grandes y chicas. Unas vuelan muy alto y otras dan pequeños saltos. Unas viven en las montañas, los bosques o las lagunas, y muchas más a la orilla del mar.

¿Cuáles hay en tu región? ¿Pericos, garzas, patos, correcaminos, águilas, colibríes, cenzontles?

 

 

Aunque si te fijas, no sólo hay aves, sino muchos otros animales. Con piel o escamas; con cola o sin ella. Algunos corren rápido y otros se arrastran. Unos viven en la tierra y otros en el agua. Sea cual sea el sitio donde vivas, seguro allí hay gran cantidad de animales.

¿Alguna vez has oído hablar del quetzal?

Tal vez no, porque el quetzal siempre ha estado rodeado de misterio. Imagínate, a pesar que desde hace mucho se conocen sus plumas, durante años la gente pensó que no podía existir un ave tan hermosa.

Es más, las personas que se dedican a estudiar a los animales no saben muchas cosas sobre él, ya que es muy difícil verlo.

 

 

El quetzal vive en los bosques de niebla.

Se les llama bosques de niebla porque están en lo alto de las montañas, tanto que casi siempre se cubren de niebla al amanecer y al atardecer.

Por eso, el bosque es húmedo, frío y llueve mucho.

Los bosques de niebla son como islas en lo alto de las montañas. Y más abajo los rodean bosques tropicales o de pino.

 

 

En varios sitios de México hay bosques de niebla, pero sólo en los de Chiapas vive el quetzal.

Así como tú tienes una familia y te pareces a tus hermanos y primos, el quetzal tiene su familia, y se llama de los trogones, que son aves parecidas entre sí, aunque no iguales.

Aquí puedes ver al quetzal y a dos de sus primos que viven en México, el trogón mexicano y el trogón de collar.

 

 

¿Cuál te gusta más?

 

 

Ésta es una pareja de quetzales. Su cuerpo mide cerca de 40 centímetros, son más o menos como una gallina. El macho se diferencia de la hembra porque su cola mide hasta dos veces el tamaño de su cuerpo.

¿Ya te fijaste que las plumas del quetzal tienen los mismos colores que la bandera mexicana?

Pero, según como le dé la luz del sol, se ve azul o dorado.

El quetzal se alimenta de algunos insectos, pero lo que más le gusta son las frutas que, como muchos de los animales que viven en el bosque de niebla, toma de árboles como el laurel y el de moras. Pero, sobre todo, del tepeaguacate, que es un árbol de aguacates silvestres.

 

 

Cuando tienen hambre, los quetzales se paran en una rama más baja de donde están los tepeaguacates, y luego se lanzan hacia arriba arrancando uno al vuelo; después regresan a la misma rama y se lanzan por otro tepeaguacate. Así lo hacen hasta que ya no tienen hambre, y se regresan hacia el bosque.

 

 

Es difícil que un quetzal se deje ver. Pues casi siempre es silencioso. Además, su plumaje se confunde con las hojas siempre húmedas de las plantas, porque en el bosque de niebla llueve mucho.

¿Lo puedes distinguir? Igual de difícil es para otros animales verlo entre tantos colores brillantes.

 

 

Cuando emprende el vuelo, el quetzal macho se deja caer hacia atrás para no maltratar su gran cola. Su vuelo es ondulante, como el sube y baja.

 

 

Pero cuando quiere, vuela hacia arriba, muy rápido y muy alto, al tiempo grita bien fuerte. Luego, parece que ya no puede más, y vuelve a volar en sube y baja.

 

 

A veces el quetzal rompe su silencio y hace mucho ruido. Entonces se juntan cinco o seis y gritan y vuelan por todos lados haciendo un gran escándalo.

 

 

Hasta parece oírlos, ¿o no?

Ahora vamos un poco más adentro, hacia el bosque cerrado. Sigamos el canto bellísimo del quetzal a través de la espesa niebla... Vi-viu, Vi-viu. ¿Lo escuchas? De febrero a junio, machos y hembras se la pasan cantando porque es la época en que se preparan para tener crías.

 

 

Al amanecer y anochecer, su canto se escucha en lo alto de los árboles. Cantan para llamar a otro quetzal y así conseguir pareja para anidar. Pocos han visto cómo se enamora una pareja de quetzales.

Pero se sabe que lo hacen allá, sobre los árboles, en lo más tupido del bosque.

Cuando ya se formó la pareja, construyen su nido.

 

 

Eligen un tronco viejo y podrido porque su pico no es muy fuerte. Y, por turnos, el macho y la hembra escarban un agujero. A veces sólo agrandan el nido abandonado de otro trogón o de un pájaro carpintero. Si encuentran un nido utilizado el año anterior por otros quetzales, lo limpian un poco y se quedan ahí.

Casi siempre la hembra del quetzal pone dos huevos, que son de un color azul claro.

 

 

Luego los empollan durante 17 días. La hembra por la noche y mediodía, y el macho mañana y tarde.

 

 

Si el quetzal deja sin protección el nido, algunos animales, como ardillas, tucanes, comadrejas o viejos de monte, aprovechan para comerse los huevos.

A la hembra del quetzal nos la podemos imaginar empollando; pero al macho, ¿cómo le hará con esa colota?

 

 

Pues verás, se sienta sobre sus largas plumas dobladas, que quedan colgando hacia fuera del nido; así, de lejos, sus plumas parecen las hojas de una planta.

 

 

Pasados 17 o 18 días nacen las crías, con los ojos cerrados y sin pluma alguna en el cuerpo.

En los primeros días, los pequeños sólo comen insectos, como escarabajos o insectos palo.

Como a las dos semanas de nacidos, los padres empiezan a darles frutas. Pero también muchas otras cosas: pequeñas lagartijas, ranas y caracoles de tierra. Poco a poco la comida principal de los quetzales será la fruta.

 

 

Fíjate cómo ya tiene plumas, aunque todavía no son coloridas como las de sus papás.

Los polluelos ya pueden asomar su cabeza fuera del nido, porque los cascarones y restos de comida y excremento se juntaron en el fondo. Así sus padres los alimentan sin tener que entrar al nido.

 

 

El color de sus plumas ya ha cambiado.

Con el paso de los días comienzan a asomar el cuerpo hasta que por fin se atreven y saltan fuera del nido.

 

 

¿Ves cómo ahora sus plumas tienen manchas de colores por todos lados?

Aquí los polluelos tienen ya un mes de vida y se paran fuera del nido listos para volar. Se parecen mucho a su mamá, ¿no es cierto?

 

 

Sus padres aún les dan de comer, pero en poco tiempo dejarán de hacerlo, primero la mamá y días después el papá.

Cuando vuelan por primera vez son un poco lentos y torpes.

 

 

Sin embargo, ¿verdad que lo hacen bastante bien para ser sus primeros aleteos?

Pasado un tiempo su vuelo es seguro y buscan solos su alimento.

Y, como pasa entre todos los animales, cuando esto sucede es que están listos para vivir sin ayuda de sus padres.

 

 

Cada quetzal se interna en la densa selva y comienza su vida independiente.

 

 

Si miras hacia arriba en mitad de un bosque de niebla, no podrás ver el cielo por lo alto y tupido de los árboles; sólo escucharás el canto de aves, el zumbido de insectos y el rumor de hojas de árboles y plantas.

Estarás rodeado de vida. Porque muchas plantas, animales e insectos viven ahí.

En el bosque de niebla hay una gran variedad de enormes árboles.

 

 

Y muchísimos animales viven en sus ramas.

A ras de suelo hay árboles pequeños, arbustos, plantas, muchas hierbas y hojarasca. Además, enormes helechos, plantas trepadoras y gruesas lianas suben hasta los gigantescos árboles.

Y entre todas estas plantas, además de gran cantidad de insectos, viven muchos animales.

¿Ya te fijaste en el pavón? Pues es un ave quizá más rara que el quetzal.

 

 

La mayoría de los animales pequeños se alimentan de hierbas o insectos. Pero algunos son más grandes y fieros, y se alimentan de otros animales, éstos son el jaguar, el puma y la víbora nauyaca, entre otros.

Todas estas plantas, animales e insectos conforman el bosque de niebla. El ambiente donde vive el quetzal.

Por desgracia el hombre está destruyendo el ambiente del quetzal y de todos estos animales y plantas. Está acabando con el bosque, tirando todos los árboles y cultivando la tierra o sembrando pasto para criar vacas.

 

 

Pero no siempre fue así. Hace mucho tiempo, antes de la llegada de los españoles, el quetzal era un ave sagrada. Los mayas lo llamaban kukul.

Y los aztecas le decían quetzaltototl, esto es, "ave de plumas verdes muy ricas y estimadas".

 

 

Sus plumas valían mucho y, como entonces no había dinero, a menudo se cambiaban plumas de quetzal por mantas, vestidos, comida o jade para collares y pulseras. Es decir, servían como moneda.

 

 

Para los antiguos mexicanos el quetzal significaba la fertilidad y la riqueza, pero también el valor y la victoria. Por eso, con sus plumas podían adornarse el rey y muy pocas personas más. O las empleaban en los arreglos para sus dioses. Y en escudos y estandartes para los grandes jefes guerreros.

No había perdón para el que mataba a un quetzal. Lo condenaban a morir. Sólo unos pocos tenían permiso de atraparlo, y lo tenían que hacer con mucho cuidado.

 

 

Un hombre se escondía en un árbol de tepeaguacate y, con mucha paciencia, imitaba el canto del quetzal: Vi-viu, Vi-viu, hasta que aparecía uno. Entonces lo atrapaba con las manos, le quitaba las plumas de la cola y lo dejaba ir. Las plumas le volvían a crecer en poco tiempo.

En muchos lugares de nuestro país se guardan algunos recuerdos y costumbres de los antiguos mexicanos. Por ejemplo, en la sierra de Puebla hay un pueblito que antes se llamaba Quetzalan, que significa "lugar de quetzales", porque se dice que hace tiempo vivían ahí muchas de estas aves. Y en las fiestas de este lugar acostumbran bailar la Danza de los quetzales.

 

 

En esta danza los bailarines parecen pájaros, por su gran penacho como cresta de quetzal.

Cuando no están en libertad, o se les lleva a un ambiente diferente, como un zoológico, los quetzales entristecen y no tienen crías, además sus plumas pierden la brillantez. Esto ya lo sabían los antiguos mexicanos. ¿Cómo llegaron a saberlo? Pues verás, en Yahualichan, Puebla, aún cuentan esta leyenda:

 

 

Hace mucho tiempo, antes de la llegada de los españoles, Moctezuma reinaba sobre el Anáhuac, que eran las ciudades y tierras donde mandaban los aztecas.

En ese entonces, el joven Cuauhtémoc era el visitador oficial del emperador, era como un inspector del rey Moctezuma.

Cierta vez, Cuauhtémoc venía de ver al cacique de la ciudad de Yahualichan, cuando vio en la selva a un hermoso quetzal.

 

 

Como no quería irse sin él, ordenó a sus hombres que lo atraparan.

Pero el ave era desconfiada y no se dejó cazar.

 

 

Los aztecas pasaron varios días con sus noches persiguiendo al quetzal por la selva sin poder alcanzarlo.

Al enterarse los totonacas de Yahualichan, les aconsejaron a los aztecas cómo atrapar al quetzal. Ellos sabían hacerlo porque entre los productos que entregaban a Moctezuma cada ochenta días estaban las plumas de quetzal. Un hombre se escondía en un árbol de tepeaguacate y con una cerbatana le lanzaba una bolita de lodo para atarantarlo.

 

 

Así lo hicieron los aztecas, y una vez atrapada el ave, se le encerró en una gran jaula. Días después, Cuauhtémoc entró a Tenochtitlan llevando al quetzal como la mayor riqueza de aquel viaje.

 

 

A Moctezuma le gustó mucho aquel obsequio y lo agregó al gran zoológico que tenía en su palacio. Todo tipo de animales de las tierras conocidas por los aztecas vivían entre estanques y jardines. El quetzal era el animal más bello de todos los que allí había.

 

 

Pero a los pocos días, el quetzal amaneció muerto. Entonces los antiguos mexicanos se dieron cuenta que no podía vivir fuera de su ambiente y sin libertad.

Dicen que su plumaje, junto con los de otros quetzales, sirvió para realizar el gran penacho de Moctezuma.

 

 

Como muchas cosas que se cuentan, no sabemos si sucedió en verdad o no. Lo que sí sabemos es que hasta ahora, aunque hay quetzales en varios zoológicos, nunca han tenido crías. El quetzal es un animal que ama la libertad y, sobre todo, el bosque de niebla, que es como su casa.

También hay otros animales en peligro que están a punto de acabarse porque se les ha cazado demasiado, se ha destruido el lugar donde viven o se ha ensuciado su ambiente.

Se han cortado los árboles de los bosques, se han secado lagunas o se han construido presas. Y como algunos animales sólo habitan esas regiones, se van haciendo cada vez menos, hasta que un día no queda ni uno.

 

 

Así, el lobo, el oso, el cocodrilo, algunas tortugas de mar y hasta el simpático conejo zacatuche están a punto de desaparecer de México.

Ya ves, no son pocos los animales que están en peligro. Y hay muchos más, entre ellos está un ave que ahora ya conoces, tiene las plumas más brillantes, su nombre es bonito y sonoro, y se llama quetzal.