Niños y niñas tendrán que organizar guardias para jugar todo el día en aquellas calles que han sido cerradas para proteger los infantes.

Polémica decisión en la que, para preservar las áreas recreativas, será obligatoria la permanencia de por lo menos dos menores de edad en todo momento. En un fallo judicial, sin precedente para nuestro país, no bastará la simple presencia infantil, sino que la actividad del juego es ineludible. Esta medida también hace forzosa la presencia de un adulto responsable para supervisar la seguridad de las criaturas.

El antecedente

Durante los últimos años ha proliferado el cierre de calles y accesos a unidades habitacionales. Por seguridad de los infantes, muchos vecinos se han organizado para evitar el tránsito de vehículos en aquellas áreas donde los niños suelen reunirse durante las horas de ocio.

Los carteles y avisos se caracterizan por frases que justifican la medida: “Área de juegos, prohibido el paso de vehículos”; o bien, “Calle cerrada, niños jugando”. No obstante la importancia manifiesta de la protección a los menores, automovilistas y conductores de todo tipo de vehículos han reclamado su derecho a la libre circulación por cualquier superficie pavimentada.

Ante la cantidad de demandas para liberar calles por parte de usuarios de automotores, así como los amparos interpuestos por las organizaciones vecinales para que no se haga el retiro de rejas, cadenas, muros y macetones que delimitan las zonas de juego, ha debido intervenir el órgano máximo de justicia del país.

La resolución emitida, lejos de generar la conformidad de los padres y madres de familia, ha generado una serie de críticas ante las dificultades que implica acatar el fallo, sin contar con los perjuicios que genera una medida supuestamente “favorable a la niñez”.

Efectivamente, será preservado el impedimento para el paso de cualquier transporte que implique un riesgo para niños y niñas que juegan; pero en la argumentación emitida por la corte, la justificación debe tener un carácter permanente. Dicho en otras palabras, se sacrifica la vialidad a cambio de la actividad lúdica de los infantes, pero la razón originaria —seguridad para el juego— deberá demostrar su condición permanente.

 

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