Ramón Cordero G.

La buena Rosca de Reyes resulta absolutamente exquisita. Aunque eso sí, tan costosa como suculenta si es de calidad.

Durante los primeros días de enero, panaderías y pastelerías trabajan a su máxima capacidad para satisfacer la demanda. Es tal la fuerza de la tradición en México, que las familias acostumbradas a comerla en el Día de Reyes difícilmente renunciarían a ella, aun cuando el costo sea elevado. Si es necesario buscarán opciones más económicas, pero habrá rosca.

Muchas panificadoras que tienen su nicho de mercado entre las clases populares, la elaboran con la misma masa empleada en pan de dulce de línea como las conchas y las chilindrinas. Nada que ver con el auténtico sabor de las recetas originales en la que los ingredientes y sus proporciones, hacen la diferencia.

Hornear la Rosca de Reyes en casa puede resultar una experiencia de lo más interesante. Grato, porque es una actividad a la que se pueden incorporar todos los miembros de la familia. Olores, texturas y sabores que dejan una huella indeleble en la memoria.

¡Mmm!, el aroma de la masa que poco a poco se va fermentando con la levadura. La textura que se va transformando al adicionar los ingredientes y luego con el amasado. Qué decir de la tibieza de la cocina invadida por esa fragancia que despide el pan ya horneado.

En cuanto al costo, bastante reducido si consideramos la calidad de ese pan y el tamaño de rosca que obtendremos.

Pero eso sí, vale la pena advertir: hacer la rosca no es sólo poner un poco de harina, mezclar con azúcar y huevo. No, es un proceso que demanda paciencia y gusto; además de cierta dosis de fortaleza para emprender el vigoroso mezclado. Y por qué no: un poco de valentía para hacer frente a una pasta que parece nunca terminará por tomar la consistencia debida.