Mirando las calificaciones de la hija, el señor Gómez no podía dar crédito a lo que veía. El promedio era francamente infame, sin tomar en cuenta las notas reprobatorias que, como estrellas en una noche despejada, asomaban aquí y allá a todo lo ancho de la boleta.

Claro, como en toda situación de duelo, el pobre padre entró en un episodio de incredulidad:

—¡No, esto no le puede estar pasando a mi hija! ¡No, es un error sin duda! ¡Ya sé, equivocaron el nombre en los documentos: seguro se trata de una homónima, porque mi hija es una pequeña maravilla!

Por supuesto que eso requería una explicación y la señorita fue llamada al estrado de los testigos.

El agobiado padre sólo pudo poner en claro que la boleta sí le pertenecía a ella, pero sin conocer las razones por las que la sombra del fracaso escolar pintaba tan oscuro el panorama.

—¿Qué pasó con Historia? —cuestionaba el señor Gómez.

—No lo sé —respondía ella—: te consta que fui a las visitas de los museos.

—¿Y Matemáticas?

—Sepa la bola: yo creo que el maestro me tiene mala voluntad.

—No puede ser que reprobaras Geografía, hijita.

—Es que el profe es un histérico, papá.

—No entiendo que sucedió con Biología, mi reina.

—Yo tampoco, padre mío: es que esa maestra reprueba a todo el mundo.

No había duda para el señor. Si su hija era algo así como la encarnación de la perfección, la culpa no podía ser más que de la escuela. Una verdadera injusticia perpetrada contra su tesorito que lo hizo montar en cólera. Ni tardos ni perezosos, padre y madre se hicieron presentes en la escuela para aclarar y resolver la solución.

Tamaña infamia ameritaba la presencia de unos amorosísimos y preocupados padres. Aunque claro, justo es decirlo, el señor y la señora habían revisado periodo por periodo las notas escolares y hasta entonces, habían dejado pasar las irregularidades académicas con la esperanza de que se compusieran solas. Tampoco habían podido asistir a las tres citas que les hicieron a lo largo del año escolar en la escuela y menos habían respondido a las notas enviadas por varios de los profesores y profesoras, en cuyas materias la señorita Gómez tenía fuertes problemas.