Psicóloga Irene Martínez Zarandona

Sinopsis

Muchos de los juegos que practican los adultos difieren en su esencia de los infantiles. Éste es el caso de los juegos de azar, los cuales —además de entretenimiento— guardan muchos secretos para los estudiosos del tema.


Un tipo de juego más propio de adultos que de niños, es aquel donde se cruzan apuestas. Se trata de una actividad en la cual las partes comprometidas, los jugadores apostantes, se obligan voluntariamente a transferirse entre sí una cantidad de dinero o valor según el resultado de un acontecimiento futuro e incierto.

El origen es tan remoto como la historia misma: se cree que estos juegos donde interviene en gran medida el azar surgieron de algunas prácticas religiosas y mágicas, que el hombre usaba para enfrentarse a la incertidumbre y “al destino”. Posteriormente, en las sociedades modernas se unen las prácticas mágicas a las apuestas del juego y los deportes, relacionándolas como un entretenimiento.
Generalmente la suerte es un factor que interviene en este tipo de juegos; sin embargo, hay otros donde el azar se combina con la habilidad y la estrategia del jugador, implicando con ello el éxito o el fracaso que éste obtenga.

Muchos juegos tradicionales con barajas, practicados por niños, y otros que son clásicos de ferias y kermeses utilizan como medio de apuestas fichas o frijolitos, causando gran alborozo a los ganadores; e incluso estos últimos pueden hacerse acreedores a un premio. También existen juegos de apuestas ligados con acontecimientos deportivos y a eventos, donde la habilidad y las proezas físicas de los contendientes tienen un papel determinante.
Incluso hay quien considera que los juegos de la bolsa de valores, donde los inversionistas “apuestan” su dinero a la alza o la baja de alguna compañía, son una especie de juego. Sin embargo, el factor de riesgo que esto conlleva contrasta con la definición del juego libre y recreativo, que la mayoría de los autores maneja.


Los juegos de apuestas, que pueden ser ejecutados la mayoría de las veces por diversión, sin mayor conflicto personal o social que el disgusto del perdedor, pueden llegar a convertirse en un vicio mayor, por lo que se debe ser cuidadoso al permitir a niños y adolescentes jugarlos: algunas personas pueden pasar de la simple diversión a un impulso incontrolado que incluso llega a ser fuente de delitos y corrupción, convirtiéndose en un problema social e intrigante enigma psicológico, donde las víctimas participan gustosas y, a pesar del sufrimiento, son cómplices gustosos.

La ética y muchas religiones los cuestionan e incluso llegan a considerarlos un delito. Distintas profesiones abordan los juegos de apuestas desde diversos ángulos: los matemáticos desarrollaron reglas para ganar, como la teoría de las probabilidades; los filósofos y economistas definieron teorías sobre el juego que luego fueron aplicadas en diversas facetas de la vida social.

También los psicólogos abordan el tema para estudiar las actitudes de los individuos, que se convierten en verdaderos sociópatas y tahúres, y tratan de conocer sus motivaciones inconscientes, su personalidad, el manejo que hacen de sus frustraciones y la conducta que puede convertirse en irracional; los sociólogos y etnólogos estudian los aspectos culturales y las diferencias y semejanzas, entre juegos de distintos pueblos.


Sin embargo, está pendiente un tratado sistemático y abarcativo de este tipo de juegos, pues los jugadores presentan conductas que resultan desconcertantes. Por ejemplo, algunos estudiosos proponen que la utilidad del dinero o ganancias económicas de este tipo de juegos es el verdadero motivante; pero otros opinan que el jugador considera la pérdida del dinero como un pago justo por el gran placer y la excitación que obtienen al jugar.

Es interesante observar que el jugador tiene sus creencias personales sobre la diosa fortuna, fe en algún santo que lo protege, hábitos y prácticas supersticiosas e incluso tiene puesta su esperanza en la ley de las probabilidades, los falsos tips, las corazonadas, etcétera.


Dentro del marco psicoanalítico existe la hipótesis de que los juegos de apuestas son un remanente de conflictos psicológicos no resueltos; adultos que no maduran adecuadamente y utilizan el juego para canalizar la angustia, la necesidad de afecto y la excitación para sentirse vivos, a través del riesgo y la apuesta.

Tal vez para algunos jugadores es una forma de controlar la ansiedad y muchos de ellos prefieren echar la culpa de sus fracasos a la fortuna y así eluden su propia responsabilidad, a diferencia de otros sujetos más seguros de sí mismos y enfocados al éxito que prefieren un tipo de juego donde la estrategia y habilidad mental tienen un papel importante.


Los juegos de apuestas han sido difíciles de erradicar: la sociedad moderna tiene ante el fenómeno del juego de azar y las apuestas una doble moral, ya que los condena y al mismo tiempo los sostiene y los aprueba. Por un lado proporciona grandes ganancias económicas, pero por otro canaliza conflictos y tensiones en una especie de solución institucionalizada.

Y mientras esperamos estudios más profundos sobre el tema, unos siguen apostando a que sí se legalicen y otros a que no se legalicen los juegos de apuestas.