Sinopsis

En la familia no existe ni lo ideal ni lo perfecto, pero sí podemos reflexionar sobre nuestra convivencia, para que todos podamos estar mejor.

Los estudiosos de la familia han buscado las características de lo que en un principio se llamó la “familia ideal”; sin embargo, pronto encontraron que había tantos “ideales” como estudiosos de la familia. Entonces pensaron asignarle el término “familia perfecta”, pero no encontraron ninguna. “Familia sana” sonaba bien; lo difícil fue definir el concepto de salud, y aunque alguien dijo que es la ausencia de enfermedad, con respecto a las relaciones familiares no servía de mucho. ¿Cuál de ellas no tiene uno que otro problemilla?

Consultaron en el campo estadístico, pero el asunto se complicó porque no necesariamente lo más abundante es lo mejor: es difícil saber qué variables indican el término medio para definir qué es una familia “normal”.

Por lo menos hasta el momento los estudiosos se han puesto de acuerdo en el término “familia funcional”, pues les ayuda a una mejor comprensión de cómo son la mayoría de las familias. Con ello expresan en dos palabras que el sistema familiar cumple, mínimamente, para que sus miembros puedan desarrollarse de manera física, emocional, intelectual y social.

 

¿En qué se parecen las familias funcionales?

 

Un primer aspecto que caracteriza a las familias funcionales de las disfuncionales, se refiere a la capacidad que tienen para satisfacer —aunque sea en los rangos mínimos— las necesidades materiales de alimentación, techo, salud, educación y diversión. El clima emocional ordinario de la familia suele ser distensionado; esto es que los miembros de estas familias se sienten a gusto en casa y en su habitación.

El contexto familiar procura a sus miembros una sensación de pertenencia y aceptación que contribuye a desarrollar la identidad personal y la autonomía de las personas que lo conforman. Sus vínculos emocionales son generalmente estables y sólidos, sobre todo en el caso de necesitarse para enfrentar una dificultad o amenaza y, al mismo tiempo, les permiten la libertad e independencia necesarias para que cada uno busque su propio camino.

La mayoría de sus intercambios comunicativos son claros y directos, y el manejo de las emociones es pertinente a la situación vivida. En caso de disgustos y discrepancias, aunque a veces es difícil, encuentran la posibilidad para poder hablarlos. Y un aspecto interesante de la mayoría de las llamadas familias “funcionales”, es que tienen sentido del humor: suelen hacerse bromas y muchas veces conviven divertidos.

Cualquier familia enfrenta problemas, aunque sea funcional. Lo que hace la diferencia es la forma como enfrentan y buscan las soluciones. Todos los miembros de la familia y del grupo como sistema requieren tiempo para comprender las dificultades: así ensayan diversas tácticas de ensayo y error hasta encontrar sus soluciones particulares, y de esta manera contribuyen al buen desarrollo de todos una vez que se ha superado la crisis.

Los conflictos que la familia enfrenta y supera ayudan a sus miembros a crecer y, a la larga, tienen un efecto positivo: los chicos aprenden a no ser personas extremadamente rígidas, pues no se resisten al cambio y buscan alternativas. La principal dificultad que tienen las familias disfuncionales, es que no resuelven o niegan sus problemas y así éstos aumentan y empeoran.

 

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