......Irene Martínez Zarandona

 

Sinopsis

Con la adolescencia se amplían las posibilidades de aplicación, del conocimiento adquirido a lo largo de los años, surgiendo la capacidad de formular, analizar y sintetizar conceptos; el uso más competente del lenguaje para manipular hechos concretos y abstracciones; la capacidad de dirigir la imaginación cuando la fantasía se une a los deseos de cambio y las emociones reverberan y ofrecen una auténtica explosión de creatividad.

 

Los niños, cuando son pequeños, desarrollan la capacidad de separarse y diferenciar entre sí mismos, las personas y las cosas, y adquieren con ello el sentimiento de su propia identidad.

Con la maduración y la experiencia, personas y objetos pueden ser recordados aunque no estén presentes, les ponen un nombre y los niños adquieren así la facultad de hablar y tener una representación mental de las cosas, como inicio de lo que es pensar.

Durante los primeros años el niño repite y forma sus ideas de lo que ve y escucha a su alrededor, pero al adentrarse en la pubertad y la adolescencia, tiene un logro importante y trascendente: la conquista del pensamiento, que adquiere matices personales y comienza a elaborar sus propias deducciones y reflexiones sobre las cosas y se vuelve un “teórico” de sus propias premisas.

No es que el adolescente tenga más información, sino que el conocimiento acumulado es utilizado por él de manera diferente.

En realidad las capacidades intelectuales se encuentran en el pensamiento infantil desde el inicio de la vida. El proceso de maduración consiste en la asimilación de nuevas experiencias y su acomodación dentro de las estructuras que se han ido construyendo con anterioridad, una especie de entramado cognoscitivo que da forma al pensamiento .

Lo que sucede en la adolescencia es que las redes neuronales se hacen más complejas, hay una paulatina maduración del cerebro y nuevas áreas empiezan a funcionar y le otorgan al sujeto posibilidades que antes no podía ejercer.

El chico puede asimilar y reacomodar el entramado cognoscitivo ya construido y ejerce con él nuevas operaciones. Las capacidades intelectuales se vuelven más profundas, adquieren una perspectiva compleja y, sobre todo, el adolescente empieza a realizar malabares mentales, encuentra gozo en jugar con las ideas, como antes lo hacía con los juguetes.