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Una vez, mientras hacía la tarea, derramé un bote de pegamento sobre la mesa. Traté de limpiar y resultó peor. En lugar de arruinar sólo el mantel, dejé los pegotes en la madera, en varios trapos de la cocina y el tapiz de dos sillas.

            En verdad que existe la mala suerte. Unos días después traté de cortar unos alambritos con las tijeras preferidas de mamá. Creí que era buena idea porque estaban bien afiladas, pero ahora ya no sirven para nada.

            Nadie me explicó que los frijoles no se deben meter a la oreja porque se hinchan. Ayudaba a limpiarlos y te imaginarás lo que hice con uno de ellos.

            Mi fama de traviesa ha corrido mundo y de cualquier estropicio me echan la culpa. Hasta la escuela ha llegado mi prestigio. Según me contaron, el otro día, cuando alguien estaba haciendo escándalo, la maestra me corrió del salón de clases... lo raro es que en esa fecha me enfermé y ni siquiera asistí al colegio. Dicen que de todo soy responsable.

 

            ¿Crees que se vale que te echen la culpa de todo?

 

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