PPensamos en
un búmerang y de inmediato vienen a nuestra mente Australia y
sus aborígenes. Curiosamente, este desarrollo tecnológico
también lo hicieron los antiguos egipcios y algunos pueblos indios
localizados en lo que ahora son territorios de California y Arizona,
en los Estados Unidos. De hecho, en el sur de la India también
tienen artefactos semejantes al modelo australiano.
¿Por
qué decimos que es una maravilla de la física aplicada?
Son varias
las razones para ello. Primero tenemos que decir que el búmerang
era un arma para combatir y un instrumento de cacería. Puesto
que no hacían uso de los metales, se requería un instrumento
duro y con bordes afilados que pudiera causar heridas importantes.
Fabricados
con madera de eucalipto o acacia, al ser arrojados, el propio pulido
de sus bordes —semejantes a los de una hélice o a los de
un ala de avión— permitía que se deslizaran por
el aire con efectividad, pero también con alto grado de peligrosidad
para el enemigo o la presa buscada.
Si
observas el diseño, encontrarás que es totalmente aerodinámico.
Nota que una
de las superficies es más ancha que la otra, una condición
para mantenerlo más tiempo en el aire y lograr mayor alcance.
También podrás darte cuenta de que el vértice es
tan fino, que podría causar un daño importante en la persona
o el animal que fuera alcanzado.
Un problema
a resolver era que, pudiendo volar distancias más o menos considerables,
existía la posibilidad de perderlo o quedar demasiado lejos si
había necesidad de defenderse. Igualmente, al entrenarse en su
uso, imagina la flojera del cazador nomás de estar arrojándolo
y caminando tras él una y otra vez: debía ser un instrumento
que, en caso de no dar en el blanco, tampoco siguiera una trayectoria
demasiado larga. Si era posible, pues mejor que regresara a manos del
tirador.
Aprovechando
las leyes de la física, los primitivos pueblos —que a lo
mejor no eran muy buenos para la teoría, pero sí para
la práctica— diseñaron el búmerang con un
brazo más largo que el otro. Así, al tener distinto peso
en cada lado, se provocaba que el vuelo del instrumento no fuera en
línea recta, sino que siguiera una trayectoria curva.
Hay búmerangs
con diferentes proporciones en el tamaño de sus brazos, y eso
tenía que ver con la distancia que se deseaba alcanzar o la facilidad
esperada para su retorno al sitio original. También existen diferencias
en el ángulo de apertura entre los lados. Así algunos
servían para pelear, otros para cazar animales en tierra, algunos
más para alcanzar aves en pleno vuelo e incluso otros para el
simple entrenamiento.
La variedad
era inmensa. Con un peso promedio de 350 gramos, los búmerangs
podían medir de 30 a 75 centímetros. Los menos angulados
y más pesados eran los que lograban alcanzar una mayor lejanía,
pero tenían el inconveniente de que nunca regresaban.
¿Cómo
se debía arrojar para poder aprovechar las leyes de la aerodinámica?
Seguramente
cada cazador tenía su estilo. Los aborígenes australianos
que aún ahora lo emplean, corren un poco para darle mayor impulso,
igual que los deportistas que arrojan la jabalina en las competencias
de atletismo. Al tomarlo, cuidan que el borde menos ancho quede en la
parte inferior y la parte más ancha en la superior. Arrojándolo
de esta manera, evitan que viaje en dirección al piso y se mantenga
suspendido en el aire una distancia mayor. Ah, y lo más importante:
siempre se sujeta del brazo más corto para favorecer la trayectoria
en redondo.
Cada cocinero
tiene su secreto y los lanzadores de búmerang también,
sobre todo cuando quieren que el artefacto vuelva a sus manos. La fórmula
infalible para hacer que regrese al sitio original, es lanzarlo contra
el viento y con un ángulo de entre 30 y 45 grados.
Los pueblos
aborígenes australianos fueron considerados todavía hasta
hace poco como de los más atrasados del mundo, con un desarrollo
equivalente al de la Edad de Piedra. Con este ejemplo de física
aplicada y con tanto ingenio, podrás darte cuenta de que el desarrollo
intelectual tiene más de una manera de manifestarse.