Ramón Cordero G.


El dispositivo intrauterino es uno de los métodos más efectivos para el control natal de los humanos. También es relativamente reciente y en la actualidad muchos médicos lo recomiendan como método de planificación familiar por su bajo costo, larga duración y mínimos efectos colaterales. A pesar de su actualidad, resulta que el invento no es tan novedoso: los árabes lo usaron ancestralmente, pero para hacer más sencillas sus expediciones por el desierto del Sahara.

¿Extraño? No tanto. Sabemos que el uso de camellos fue fundamental para los comerciantes de las áridas regiones de África. Conocemos también lo obstinados y necios que pueden ser estos jorobados animales, capaces de arremeter a mordidas y empujones a quien quisiera oponerse al apareamiento, cuando se ha presentado el celo en alguna de las hembras.

Así pues, baste pensar en el fastidio que podría ser el que una camélida matrona, se dispusiera a tener su parto en la parte más inhóspita del desierto. Pocas opciones para el encargado de una caravana que transportase mercancías: Abandonar a la futura mamá o poner en riesgo al grupo completo. Lo sencillo entonces era impedir que estas camellas pudiesen quedar embarazadas aun cuando se aparearan con algún desértico galán.

El método que idearon fue el de introducir algunas piedrecillas en el útero de la hembra del camello y ¡eureka! Funcionó a la perfección. La presencia de un cuerpo extraño impedía la implantación y nidación de ese conjunto de células (algunos especialistas le denominan embrión, aunque en esta etapa aún no hay diferenciación celular) en que ya se habría convertido el cigoto original.

Así pues, como en muchos otros ejemplos de la medicina moderna, aprovechando una práctica tradicional —en este caso la que aquellos viajeros del desierto efectuaban para evitar la preñez de sus hembras de camello—, se encontró el fundamento para desarrollar el actual dispositivo intrauterino que usan las mujeres.

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