El dispositivo intrauterino es uno de los métodos más
efectivos para el control natal de los humanos. También es relativamente
reciente y en la actualidad muchos médicos lo recomiendan como
método de planificación familiar por su bajo costo, larga
duración y mínimos efectos colaterales. A pesar de su
actualidad, resulta que el invento no es tan novedoso: los árabes
lo usaron ancestralmente, pero para hacer más sencillas sus expediciones
por el desierto del Sahara.
¿Extraño?
No tanto. Sabemos que el uso de camellos fue fundamental para los comerciantes
de las áridas regiones de África. Conocemos también
lo obstinados y necios que pueden ser estos jorobados animales, capaces
de arremeter a mordidas y empujones a quien quisiera oponerse al apareamiento,
cuando se ha presentado el celo en alguna de las hembras.
Así pues, baste pensar en el fastidio que podría
ser el que una camélida matrona, se dispusiera a tener su parto
en la parte más inhóspita del desierto. Pocas opciones
para el encargado de una caravana que transportase mercancías:
Abandonar a la futura mamá o poner en riesgo al grupo completo.
Lo sencillo entonces era impedir que estas camellas pudiesen quedar
embarazadas aun cuando se aparearan con algún desértico
galán.
El método que idearon fue el de introducir algunas
piedrecillas en el útero de la hembra del camello y ¡eureka!
Funcionó a la perfección. La presencia de un cuerpo extraño
impedía la implantación y nidación de ese conjunto
de células (algunos especialistas le denominan embrión,
aunque en esta etapa aún no hay diferenciación celular)
en que ya se habría convertido el cigoto original.
Así pues, como en muchos otros ejemplos de la
medicina moderna, aprovechando una práctica tradicional —en
este caso la que aquellos viajeros del desierto efectuaban para evitar
la preñez de sus hembras de camello—, se encontró
el fundamento para desarrollar el actual dispositivo intrauterino que
usan las mujeres.