En
tiempo de calor y vacaciones es ya clásica la salida familiar
a balnearios, ríos o presas. Todo se vuelve una verdadera peregrinación
y los coches parecen tener cualidades mágicas, pues se hacen
asombrosamente más grandes de lo que aparentan ser.
.....Los
paisajes parecen un capricho óptico, como si fueran nacimientos
que se vuelven de tamaño real mientras nos acercamos a ellos.
Desde la salida a carretera empieza la aventura: las paradas técnicas
a restaurantes camioneros, los antojos en los puestos de quesadillas
o una nueva adquisición después del regateo en las artesanías.
.....Ante
los acalorados conductores aparecen como espejismo, en los cruces de
peatones, tiendas que ofrecen brillantes latas de refrescos y cerveza.
Mientras más se acercan a su destino los viajeros encuentran
verdaderos enjambres de tiendas con artículos acuáticos.
.....La
oferta es muy variada: trajes de baño de todos los colores y
estampados, googles, visores, cámaras desechables, infinidad
de salvavidas con olor a pintura y personajes de caricaturas, figuras
que sirven como vehículo en forma de ballenas cocodrilos, pulpos,
dragones, sillas inflables; y, desde luego, bronceadores, toallas y
sandalias.
.....Desgraciadamente
las largas colas en los toboganes, así como las discriminatorias
pulseras de colores (el color depende de lo que se paga y los servicios
a los que se tiene derecho) que ponen a la entrada de los parques acuáticos
son algunos de los peligros menores.
.....Dicen
que bajo la desconfianza vive la seguridad; tal vez suena un poco exagerado,
pero nunca esta de más tomar pequeñas precauciones.