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Texto: Flor Muñoz López
Diseño gráfico: Jani Rivera

En México, una vez concluida la conquista militar, los españoles iniciaron la evangelización, tarea que los reyes de España pusieron en manos de diferentes órdenes religiosas, al considerar que tenían la autoridad moral y el empeño para realizar dicha obra. Entre ellos estaban franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas.

Al llegar a las nuevas tierras, los frailes percibieron que el cumplimiento de la misión espiritual para la que habían sido enviados requería ligarse a la educación, y por ello comenzaron a establecer algunos colegios, mismos que para operar necesitaban recursos humanos y económicos.

La obtención de fondos

La obra de las congregaciones mencionadas dependía de las limosnas, donaciones y de su trabajo. Por esta razón, a su arribo a la Nueva España celebraban reuniones con las autoridades civiles (en este caso el virrey, quien era el representante del rey), las autoridades eclesiásticas (obispo, arzobispo) y los miembros más adinerados de la sociedad, a fin de solicitar el apoyo económico que requerían para emprender la tarea.

Los primeros frailes se establecieron en las zonas habitadas mayoritariamente por indígenas, y debido a ello la Compañía de Jesús, última en llegar (1572), debió emprender —en parte— la fundación de misiones en el norte del país, una zona poblada en ese entonces por grupos nómadas, por lo que resultó poco atractiva para los misioneros iniciales.

Pero por otro lado, como habían sido llamados para iniciar lo que correspondería a la educación media superior, debieron ubicarse también en comunidades más grandes que contaran con residentes criollos, ya que educar a los hijos de españoles fue el objetivo de la solicitud inicial. Igualmente, porque en estos lugares se ubicaban las familias de mayores recursos económicos que, en teoría, podrían otorgar las limosnas y donaciones que este nivel educativo requería. Había que contar con maestros especializados en las cátedras a impartir, edificios, mobiliario, materiales y uniformes, entre otras cosas.

 

La Compañía de Jesús y las donaciones

Las limosnas y las dotes de por vida, que cubrían un número determinado de colegiaturas, fueron la primera fuente de ingresos económicos para la obra educativa; sin embargo, no serían suficientes para dar la seguridad financiera que dicha tarea requería.

Lo que indudablemente redituó mayores recursos fueron las donaciones de casas y haciendas. Todas ellas eran otorgadas después de la muerte de  ricos terratenientes, o bien de familias que no tenían descendencia. Uno de los primeros hombres que apoyó económicamente la labor de la Compañía en la Nueva España fue Alonso de Villaseca, quien también "aconsejó a los jesuitas la inversión en haciendas a medio construir."(1)

Siguiendo el consejo, los hermanos se dieron a la tarea de lograr que estos bienes fueran productivos. Para ello implementaron un detallado y cuidadoso sistema de registro con el fin de evitar pérdidas. El éxito que obtuvieron los llevó a ser reconocidos como los mejores administradores agrícolas.

(1) Vid, González Marín, Silvia: Historia de la Hacienda de Chapingo, México, Universidad Autónoma Chapingo, 1996, p.36.

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