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El estanco del tabaco

Este monopolio fue puesto en marcha por el visitador José de Gálvez, quien inició restringiendo la amplia zona de cultivo a unos cuantos sitios: Córdoba, Orizaba, Huatusco y Zongolica. Toda la cosecha sería vendida exclusivamente a la administración de la Renta del Tabaco al precio que ésta fijara. Tal limitación provocó una serie de reacciones violentas por parte de cultivadores y cosechadores en las zonas donde quedó prohibida la siembra, pero también de los fabricantes autorizados porque se estableció el control de precios. Los fabricantes de puros y cigarros se vieron afectados, ya que sólo podían comprar la materia prima en la Renta del Tabaco al precio que ella señalara, pero al menos tenían la posibilidad de elaborarlo y venderlo por su cuenta.

Más tarde, el visitador Gálvez dispuso la monopolización de la fabricación y comercialización al establecer en 1769 "la Real Fábrica de Puros y Cigarros de México y se crearon las de Puebla, Querétaro, Oaxaca, Orizaba y Guadalajara. En dichos establecimientos, manejados también por la Renta del Tabaco, se dispuso elaborar todos los puros y cigarros del país, por lo cual desde 1766 no se otorgaron más permisos a fábricas o talleres particulares"(1). Los estanquillos serán los únicos lugares autorizados para su venta.

La aplicación de esta nueva medida afectó la economía de todos aquellos sectores sociales que obtenían sus ingresos de esta actividad, y pronto talleres y tiendas se vieron obligados a cerrar ante la imposibilidad de obtener el material necesario. También transformó la forma de trabajo. Desestructuró la unidad productiva familiar y quienes pretendieran seguir laborando en el ramo, tendrían que contratarse como empleados de la Real Fábrica..., sometidos a un horario fijo,  participando sólo en una parte de la elaboración debido a que se estableció la división del trabajo y emplazados, como miles de trabajadores, en un mismo edificio. Esta última cuestión fue muy criticada por la sociedad de la ciudad de México, ya que al interior de un mismo edificio convivían hombres y mujeres de diferentes edades. Tal cosa inquietaba, tanto por los temas de conversación como por la posibilidad de que organizaran protestas que rompieran la tranquilidad.

 

En la fábrica de la capital permanecían concentradas cerca de seis mil personas. La temida protesta se materializó cuando, por disposición del administrador, fue ampliada la jornada de trabajo sin modificar el salario:

Los trabajadores abandonaron en masa el local y salieron en manifestación hacia el palacio virreinal [...] Entró esta muchedumbre en palacio sin respetar la guardia y ocupó los patios, escaleras y corredores, y habiendo oído el mismo virrey aquel extraordinario ruido, preguntó ¿qué sería aquella gente?, y habiéndole dado la causa, determinó con prudencia el darles un papel… oficio, para que el administrador de la fábrica no hiciese novedad, y con esto quiso Dios que se apaciguase aquella multitud (2).

Pese a las inconformidades generadas, el monopolio se mantuvo porque redituaba enormes ganancias; por ejemplo, entre 1785 y 1789 la Real Fábrica gastó en compra de tabaco, fletes, derecho de alcabala, gastos de la fábrica y de administración 14 millones 977 mil 841 de pesos; a cambio ganaron 30 millones 736 mil 638. Una vez descontados los gastos, la utilidad en cinco años fue de 15 millones de pesos (3). Dinero que llegaba directamente a la metrópoli. Pese a la vigilancia y el control establecidos, como suele pasar en tiempos de prohibiciones, se desarrolló el cultivo, la fabricación y venta clandestinos.

El estanco o monopolio del tabaco es sólo un mínimo ejemplo de las utilidades que la Nueva España proporcionó a la corona y de las formas de control comercial ejercidas sobre la sociedad colonial. En esta época era inexistente la noción de adicción causada por la nicotina y las enfermedades que el consumo del tabaco provoca en el ser humano; pero como hoy, las ganancias que genera siguen siendo un buen motivador para la producción mundial.

 

Fuentes:

  • Enrique Florescano y Margarita Menegus, "La época de las reformas borbónicas" en Historia general de México, El Colegio de México, 2000, 1103 pp.

(1) Vid. Historia general de México, México, El Colegio de México, 2000, pp. 377-378.

(2) Ibíd., p. 378.

(3) Ibíd., p. 379.

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