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Texto: Jorge Luis Herrera
Diseño gráfico: Jani Rivera

El impulso nacionalista

Durante los años veinte y treinta, en México se intensificó un fervor nacionalista en el medio intelectual y artístico que proclamaba como una necesidad fundamental la búsqueda de la identidad del mexicano. Este menester por encontrar las raíces tiene su origen, principalmente, en dos sucesos: la Revolución Mexicana y el aislamiento en que se vio enfrascado el país después de la Primera Guerra Mundial.

            Como Secretario de Educación, el filósofo José Vasconcelos fue la figura central de este movimiento, pues fundamentó la doctrina a seguir y la puso en práctica. Así el nacionalismo se expresó con una fuerza nunca antes vista en México. Ante esta necesidad surgieron varias corrientes de pensamiento, entre las que destacó la de quienes buscaron su identidad en el pasado indígena.

            El pintor David Alfaro Siqueiros —quien era uno de los líderes del grupo de intelectuales y artistas que vinculaban la identidad del mexicano con el pasado indígena—, como parte de su actividad política redactó el “Manifiesto del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores”, donde no sólo expresó su radicalismo político y sus ideales en pro de una revolución social contra la burguesía, sino que clamó por la implantación de un orden nuevo que transformara al arte y su finalidad, debiendo ser popular, combativo y educativo; asimismo, externó su preocupación por revalorar el arte nacional mexicano:

No sólo todo lo que es trabajo noble, todo lo que es virtud, es don de nuestro pueblo (de nuestros indios muy particularmente), sino la manifestación más pequeña de la existencia física y espiritual de nuestra raza como fuerza étnica brota de él, y lo que es más, su facultad admirable y extraordinariamente particular de hacer belleza; el arte del pueblo de México es la manifestación espiritual más grande y más sana del mundo y su tradición indígena es la mejor de todas. Y es grande precisamente porque siendo popular es colectiva, y es por eso que nuestro objetivo fundamental radica en socializar las manifestaciones artísticas tendiendo hacia la desaparición absoluta del individualismo burgués.(1)

En ese momento, el medio cultural posrevolucionario comenzó a ser fértil y, consecuentemente, el nacionalismo se expresó en distintos campos del arte, pero con diversas disidencias. Por ello surgieron varias corrientes artísticas como la novela de la Revolución, la poesía urbana y provinciana, el colonialismo y el muralismo. También fueron creadas instituciones y programas de enseñanza, como las Escuelas de Pintura al Aire Libre, la Escuela de Escultura y Talla Directa y el método de dibujo Best Maugard. En general, todos esos cismas culturales estaban sustentados en una premisa fundamental: la raza mexicana tiene capacidades natas extraordinarias para el arte.


(1)Vid., David Alfaro Siqueiros, “Manifiesto del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores. A la raza indígena humillada durante siglos...” en Palabras de Siqueiros, selección, prólogo y notas de Raquel Tibol, México, FCE, 1996. (Vida y pensamiento de México) p. 24.
 

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