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Texto: Flor Muñoz López
Diseño gráfico: Jani Rivera

 

Si revisamos una lista de los hombres que han ocupado la presidencia de México a lo largo de su historia, es probable que el nombre de Pedro Lascurain no aparezca en ella; esto quizá se deba a su fugaz permanencia en el cargo: menos de una hora. Sin embargo, pese a que su interinato fue de escasos minutos, resultó suficiente para dar un vuelco importante en la historia de nuestro país. Permitió que se interrumpiera el primer gobierno democrático de la Revolución iniciada en 1910 y que afloraran tanto la política intervencionista del gobierno estadounidense como las ambiciones presidencialistas del general Victoriano Huerta; a consecuencia de su imposición, estalló de nuevo el movimiento armado.

            Conocer un poco de su trayectoria, así como las causas de su paso fugaz por la presidencia, es el propósito de este artículo.

 

Sus antecedentes

Originario de la ciudad de México, Pedro Lascurain Paredes nació un 12 de mayo de 1858. Como miembro de una familia aristocrática católica, realizó sus primeros estudios en escuelas acordes tanto a su posición social como a las convicciones familiares: en la Escuela Católica y en el Seminario Conciliar de México. Los estudios de nivel medio superior los cursó en la Escuela Nacional Preparatoria; continuó su formación profesional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo el título de abogado (1).

Durante el gobierno de Porfirio Díaz era ya empresario inmobiliario, gracias a que su padre le heredó algunos terrenos y a las compras que él realizó asociado con otros inversionistas del ramo. Regresó a la escuela superior que lo formó, pero ahora como profesor. En enero de 1912 presidió por algunos meses el Ayuntamiento de la ciudad de México, cargo que dejó debido a que el presidente Francisco I. Madero lo llamó para que ocupara la cartera de Relaciones Exteriores.

 

Inicia su carrera diplomática

La Secretaría a su cargo trataba todos los asuntos y negocios de Estado que competían al gobierno mexicano y a las naciones con las que se tenían relaciones diplomáticas. Los gobiernos de estos países mantenían representantes que velaban por sus intereses en nuestra tierra. En apego al derecho, los ministros extranjeros debían también atender asuntos relacionados con la seguridad de sus conciudadanos residentes, así como los intereses comerciales de sus respectivas naciones.

Durante aquellos años Estados Unidos tenía como embajador en México a Henry Lane Wilson, un hombre que se extralimitó en sus funciones hasta el grado de conspirar contra el gobierno de Madero. Es innegable la inestabilidad político social que existía en el país debido a las rebeliones que encabezaban Emiliano Zapata en Morelos y Pascual Orozco en los estados de Chihuahua, Durango y Sonora, así como en la región de la Comarca Lagunera. En esta zona norteña residían ciudadanos estadounidenses que explotaban minas, poseían haciendas, fábricas y otros negocios.

El embajador estadounidense presionaba al gobierno mexicano para que garantizara la vida, la seguridad de sus compatriotas, pero también protestaba por el aumento en el impuesto al petróleo y asuntos pendientes del orden territorial. Amenazaba con la intervención armada de su gobierno si no se otorgaban las seguridades que él demandaba. Consideraba a Madero responsable por la inestabilidad en el país, llegando a calificarlo de inepto para gobernar, estimaba que debía dejar el cargo.

Estos asuntos eran tratados con el Secretario de Relaciones Exteriores quien, durante el año de 1912, logró dar respuesta precisa a los reclamos; sin embargo, las quejas parecían no tener fin. Las relaciones entre ambas naciones eran un tanto tensas porque Lane Wilson tergiversaba los informes a su gobierno, deseaba que éste movilizara tropas a la frontera y a los puertos mexicanos para aumentar la presión contra el presidente.

La Decena Trágica

El 9 de febrero de 1913 los generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz iniciaron en la ciudad de México un levantamiento militar, planeado con anticipación. Tenía como objetivo poner fin al gobierno maderista.

Apoyados por un grupo de militares, liberaron de prisión a dos generales que ya se habían sublevado antes contra el gobierno: Bernardo Reyes (en noviembre de 1911) y Félix Díaz (2) (octubre de 1912), mismos que fracasaron en sus intentos. Ambos permanecían recluidos en la ciudad de México, el primero en la prisión militar de Santiago Tlatelolco, el segundo en la Penitenciaría del Distrito Federal.

Una vez juntos, el grupo completo se dirigió hacia Palacio Nacional para apoderarse del mismo; pero las tropas ahí emplazadas lograron rechazar a los rebeldes. Durante este primer enfrentamiento murieron varios civiles que estaban por el lugar; también falleció el general Reyes.

Los militares insurrectos dirigidos por Félix Díaz retrocedieron para buscar refugio en el edificio de la Ciudadela. Tal lugar no fue elegido al azar, ya que era un depósito de armas del Ejército, por lo que los rebeldes pudieron obtener los pertrechos necesarios para resistir los ataques de las tropas que permanecían leales al presidente. Fueron diez días de lucha antes de lograr el objetivo: la caída y muerte de Madero, de ahí el nombre de Decena Trágica con el que se conoce a este episodio de la historia.

El general Lauro Villar, quien estuvo al mando de los soldados que defendieron Palacio Nacional, resultó herido durante el enfrentamiento, razón por la cual debió ser hospitalizado. El presidente nombró al general Huerta comandante militar de las tropas de la ciudad de México; de esta manera Madero, sin saberlo, firmaba su sentencia de muerte.

 

La intromisión extranjera

Lane Wilson vio en esta rebelión la oportunidad para seguir presionando a las autoridades mexicanas por la falta de seguridad que padecían los ciudadanos foráneos. Aprovechó los reclamos que otros ministros extranjeros expresaron, ya que debido a los ataques contra los rebeldes refugiados en la Ciudadela, varios edificios de la colonia Juárez, que funcionaban como residencia de las legaciones diplomáticas de otras naciones, habían sido dañados, lo que ponía en peligro sus vidas.

El embajador estadounidense se atribuyó el liderazgo de los quejosos y en nombre de la seguridad —ante el peligro que ciertamente representaban los combates— amenazó de nuevo con la intervención armada de su país si no se garantizaba la seguridad de todos los que habitaban la zona, incluyendo a mexicanos. Así pretendió otorgarle un matiz humanitario a sus protestas.

Pedro Lascurain recibía cada uno de los reproches pero, ante la insistencia, el presidente debió celebrar una reunión con los ministros extranjeros para tranquilizarlos, señalando que pediría una tregua a los sublevados. Pero Lane Wilson no cejó en su empeño intervencionista, por lo que se reunió también con los conspiradores Díaz y Huerta. Fue así como en la embajada de los Estados Unidos quedó pactado el golpe definitivo contra Madero. En dicha reunión los generales acordaron: el desconocimiento del presidente, que Huerta ocuparía provisionalmente la presidencia de la República, sólo para convocar a elecciones en las que Félix Díaz se presentaría como candidato. Para colmo, hasta fueron mencionados los nombres de quienes integrarían el gabinete huertista(3).

 


(1) Graziella Altamirano Cozzi. Pedro Lascurain. Un hombre en la encrucijada de la revolución. México, Instituto Mora, 2004, pp. 17-18.

(2) Sobrino del ex presidente Porfirio Díaz.

(3) En esta reunión se firmó el documento llamado Pacto de la Embajada o de la Ciudadela y se establecieron los lineamientos a seguir por los golpistas. El texto de este Pacto puede verse en: Garciadiego, Javier (estudio introductorio, selección y notas): La Revolución Mexicana, Crónicas, Documentos, Planes y Testimonios. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003, pp. 159-161.

 

 

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