Había
una vez en un lejano pueblo un niño llamado Miguel, había
visto en los periódicos, libros y revistas a muchos pueblos que
tenían una escuela nueva y bonita. Miguel quería tener
una escuela pero las posibilidades económicas del pueblo eran
tan inútiles, pues la mayoría era pobre, pero sólo
un señor tenía las posibilidades económicas suficientes
para construir una escuela grande y bonita; Miguel sabía eso
y se lo dijo a Sergio su amigo:
-Pero
¿y eso qué? -dijo Sergio.
-Que le podemos pedir un poco de dinero -respondió Miguel.
-¿Un poco? Eso requiere toneladas -le dijo Sergio.
Entonces mientras pensaban qué hacer, Miguel le dijo:
-La única opción que tenemos es ir al bosque, cortar
leña y luego hacer negocio con don Pablo, el más rico
del pueblo.
-Me parece muy bien, pero mi mamá no me dejará ir -dijo
Sergio.
Miguel lo tranquilizó diciendo:
-Tranquilo, iremos en la noche.
Así llegó la noche y Miguel fue por su amigo:
-Espérame, voy por la carreta de mi padre -dijo Sergio.
No
pasó ni media hora cuando Miguel y Sergio se fueron; estando
en el bosque Miguel vio un árbol grande y gordo. En seguida lo
empezaron a cortar, cuando de pronto Miguel vio algo que brillaba.
-¡Mira!
-dijo Miguel.
-¿Qué? -interrumpió Sergio.
-¡Eso! Es una puerta -dijo Miguel.
-¿Cómo crees?, imposible.
Entonces
Miguel se animó a abrirla y... para su mayor sorpresa en ella
se encontraba un duende sentado en un pedazo de tronco pero no se veía
nada bien, pues estaba llorando.
-¿Qué
tienes? -le preguntó Sergio.
El duende le dijo:
-Estoy muy triste, pues ustedes cortarán mi árbol.
-No lo cortaremos -gritó Miguel.
El
duende para agradecer les dijo que serían sus amigos y, como
prueba de eso, les concedería un deseo. Miguel y Sergio no lo
pensaron más, de inmediato pidieron una escuela; entonces el
duende les hizo una escuela especial, las paredes de chocolate y las
sillas de abundante caramelo.
Entonces
el duende les dijo: ésta no será una escuela normal, será
una escuela especial.
Desde ese entonces Miguel y Sergio ya no se preocuparon más.