Un viejo recuerdo de la infancia posiblemente es aquel en el que —entre el malestar, la incomodidad y el dolor— sentíamos el dorso de la mano materna sobre la mejilla o la frente para constatar si nuestra temperatura estaba anormalmente alta o no.

Viejo método que resultaba indispensable cuando tener un termómetro clínico en casa era prohibitivo. Tan antiguo como impreciso, ya que unas manos frías podían percibir, a causa del contraste, una fiebre inexistente; o por el contrario, en un ambiente excesivamente caldeado, dejar de notar la elevación de la temperatura.

Hoy en día los termómetros clínicos son perfectamente accesibles y más si consideramos el beneficio que pueden aportar en la detección oportuna de problemas de salud. Fabricados a gran escala, actualmente tienen un costo muy aproximado al equivalente de un refresco tamaño familiar o una cajetilla de cigarros.

Pues bien: a pesar de la relativa facilidad para que cada casa cuente con un termómetro clínico tradicional de cristal y mercurio, lo verdaderamente absurdo es que se trata de un instrumento que por lo general venden sin el instructivo correspondiente. Tal vez algo más grave que carecer de esta herramienta es su utilización inadecuada, ya que —al desconocer la forma apropiada de uso— podríamos estar dando por buena una información no sólo errónea, sino hasta peligrosa.

 
   
 


 
 

1. Sacudir para bajar el mercurio:

Como sabemos, el termómetro marca la temperatura gracias al mercurio que contiene, el cual se expande con el calor. El pequeño conducto que corre a todo lo largo de la parte interna del cristal, tiene un estrechamiento que impide el regreso del metal cuando ya no está en contacto con el paciente.

Es evidente que si no bajamos la columna de mercurio, la lectura que obtendremos será la más alta que haya alcanzado en alguna ocasión anterior.

¿Cómo se hace para que el mercurio llegue lo más abajo posible? Pues no hay otra forma que hacerlo a la fuerza, por eso es que se debe sacudir vigorosamente, tomándolo por el extremo contrario al bulbo.

Pero... ¡Cuidado! En esa maniobra es cuando sucede la mayor parte de accidentes que terminan con la ruptura del aparatito. Es importante no hacerlo cerca de una mesa, una pared o personas. Ah, y por favor sujételo con fuerza para no transformarlo en un termómetro volador.

Sabrá que el instrumento está listo cuando observe la columna de mercurio por abajo de la graduación marcada a lo largo del cristal.


Nota importante
: No sabrá si el termómetro está listo, sino hasta asegurarse de que la columna de mercurio bajó. Para ello es necesario revisar lo que se hace en el paso número 3.

 

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