2. Colocar y esperar:

El termómetro debe ser introducido rectalmente en los bebés o acomodado debajo de la lengua, aunque también puede usarse bajo la axila. Lo importante es que el bulbo esté en contacto con los tejidos, por lo que se debe vigilar que los niños no lo mantengan en la cavidad de la boca sin tocar las paredes o que cambie de sitio cuando está en la axila.

Otro detalle de lo más importante es dar un tiempo de espera de 2 o 3 minutos. La expansión del mercurio tarda algo de tiempo; si nos desesperamos y hacemos la lectura cuando ha transcurrido menos de un minuto, lo más seguro es que la temperatura marcada sea inferior a la que realmente tiene el paciente.

3. Hacer la lectura:

Poniéndolo frente a los ojos se debe buscar el punto más alto al que llegó el mercurio. El conducto que lo contiene es excesivamente fino, por lo que hay que buscar el efecto de refracción de la luz, mirando cuidadosamente en el vértice más cercano a la pared en que está grabada la escala de temperaturas. Como en un destello podrá percibir la barra plateada. Si no lo consigue de inmediato, bastará con tener un poco de paciencia. Sólo hay que continuar rotando ligeramente el cristal hacia uno y otro lado, mirando perpendicularmente el vértice más agudo.

 

4. Limpiar y poner en lugar seguro:

Para dejar listo su termómetro, límpielo a la perfección. Para ello puede emplear algodón y alcohol, e incluso puede ser lavado con agua y jabón.

Lo del lugar seguro tiene que ver con que no corra el riesgo de romperse, lo que sucedería si lo guardamos con objetos duros y pesados. También con la certeza de que lo encontraremos la siguiente ocasión que deba ser usado. Seguridad implica también que no esté al alcance de los niños pequeños. Conservarlo en su estuche es siempre una buena medida de seguridad, sin duda el termómetro durará más.

 
 

 

 
 


 
 

¿Oral o rectal? Los más útiles son los rectales, ya que pueden ser usados en todas las modalidades. La única diferencia está en la forma del bulbo que contiene el mercurio. En todo caso, sería recomendable tener uno de cada tipo para no emplearlo indistintamente —oral y rectal— en diferentes miembros de la familia. Cierto, se limpia en cada ocasión, pero en términos de higiene es mejor dar un uso diferenciado. Máxime que este instrumento no debe ser hervido ya que con su sensibilidad a los cambios de temperatura, quedaría inutilizado ¿Si se rompe?

Cuide que el mercurio no quede al alcance de sus hijos. El mercurio es altamente tóxico. Por su consistencia y color, el algo que muchísimos niños querrían para jugar.

 

¿Qué hacer con la medición de la temperatura?

Saber que no hay fiebre es casi siempre tranquilizador, pero no sustituye la consulta con el médico en caso de enfermedad. Se trata, eso sí, de un dato que le ayudará a quien ejerce la medicina para llegar a un mejor diagnóstico.

 

¿Quién debe saber emplearlo?

A partir de la adolescencia, todo el mundo debería aprender a usar un termómetro. Posiblemente sea conocimiento que se emplee en muy pocas ocasiones; pero cuando se requiere, es de lo más valioso. Practique usted y enseñe a sus hijos. Será con toda seguridad una experiencia grata e interesante para todos.

 

¿Hay algo más sencillo para ahorrarse líos?

Sí, hay también termómetros digitales. Aunque su costo es varias veces mayor, tienen la ventaja adicional de que no requieren mayor capacitación para hacer la lectura, ya que ésta se muestra en una pequeña pantalla.

En algunos sitios también se encuentra una modalidad de termómetros de material sintético. Placas semejantes a una tira de acetato, que al contacto con la piel resaltan el número que corresponde a la temperatura que detectan.

 

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