Conciencia y concepto de ética

El desarrollo de la conciencia es un proceso paulatino, realizado por imitación de conductas y por la interiorización de conceptos acerca del “deber ser” que recibe de su familia.

Las normas, la claridad con la que se establecen éstas, la consistencia que muestren los padres en relacionar causa-efecto de una falta, van integrando en los pequeños un sentido de lo que es aceptado o no, de las circunstancias que rodean sus acciones y las consecuencias que tienen sus actos al romper esas reglas.

En realidad el concepto de pertenencia surge desde muy temprana edad, cuando el pequeño dice “esto es mío” y quiere los juguetes para él. Una vía por donde va comprendiendo la propiedad es decirle: “Como no te gusta que te quiten o cojan tus cosas sin permiso, tú no debes hacerlo a otros.”

Al comprender los límites entre “lo tuyo y lo mío”, el niño tiene que aprender a no tomar cosas que no le pertenecen; si lo hace sin permiso es robar y va a ser reprendido por ello. Además tiene que restituirlo.

Al principio esa conciencia es externa al pequeño y está depositada en los adultos que tienen responsabilidad sobre él; al crecer y hacerse mayor poco a poco debe interiorizarla y aclarar el concepto de pertenencia, incluso para defender su propiedad en caso necesario.

Los conceptos de pertenencia, respeto y responsabilidad están estrechamente relacionados. Muchos cuentos o historias que tratan sobre las tentaciones a tomar cosas ajenas y ver el castigo que recibe quien no logra resistirlas, son de gran ayuda para que los niños vayan integrando las normas y leyes de la convivencia social.

Si no se da la debida importancia a estos robos, por pequeños que sean, el niño puede integrar en su conciencia que no pasa nada si hurta o toma cosas ajenas y se corre el peligro de que éstos aumenten.

Qué pueden hacer los padres

Los padres tienen que estar pendientes y hablarles preventivamente a sus hijos de lo que no deben hacer y el porqué. Al enfrentar una situación de robo comprobado, deben reflexionar y buscar la causa de los hurtos. Cada niño es diferente: el origen del problema hay que buscarlo en la personalidad y problemática personal de cada niño.

Se deben escuchar sus razones y excusas.

No debemos hacer amenazas descomunales, como decirle que llamarán a la policía y lo meterán a la cárcel; y por supuesto debemos evitar llamarlo ladrón y delincuente.

También se debe evitar reprenderlo delante de sus hermanos y compañeros.

El regaño y la sanción deben ser discretos, sobre todo la primera vez; aunque sí deben quedar muy claras tanto la falta como la manera en que va a repararla. Siempre que se ha cometido una sustracción ya sea de dinero, golosinas, juguetes, etcétera, se debe resarcir y devolver lo robado, además de pedir excusas.

Los padres deben hablar con los niños y tratar de que comprendan por qué deben restituir lo que toman sin permiso, y deben establecer la estrategia de cómo deberán hacerlo: por ejemplo, con sus domingos, o tendrá que hacer algún pequeño trabajo o dar alguno de sus juguetes, etcétera. Al pequeño le ayuda mucho el hecho de reparar su falta de la mejor manera posible, ayudándolo a salvar su dignidad.

No darle importancia y no buscar la causa de esta conducta, puede traer consecuencias adversas en la vida emocional del pequeño sobre su reputación, e incluso su estancia en el ambiente escolar si el hecho trasciende.

 

 

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