El
desarrollo de la conciencia es
un proceso paulatino, realizado por imitación de conductas y
por la interiorización de conceptos acerca del “deber ser” que
recibe de su familia.
Las normas, la claridad con la que se establecen éstas, la
consistencia que muestren los padres en relacionar causa-efecto de
una falta, van integrando en los pequeños un sentido de lo que
es aceptado o no, de las circunstancias que rodean sus acciones y las
consecuencias que tienen sus actos al romper esas reglas.
En realidad el concepto de pertenencia surge desde muy temprana edad,
cuando el pequeño dice “esto es mío” y quiere los juguetes
para él. Una vía por donde va comprendiendo la propiedad
es decirle: “Como no te gusta que te quiten o cojan tus cosas sin permiso,
tú no debes hacerlo a otros.”
Al comprender los límites entre “lo tuyo y lo mío”,
el niño tiene que aprender a no tomar cosas que no le pertenecen;
si lo hace sin permiso es robar y va a ser reprendido por ello. Además
tiene que restituirlo.
Al principio esa conciencia es externa al pequeño y está depositada
en los adultos que tienen responsabilidad sobre él; al crecer
y hacerse mayor poco a poco debe interiorizarla y aclarar el concepto
de pertenencia, incluso para defender su propiedad en caso necesario.
Los conceptos de pertenencia, respeto y responsabilidad están
estrechamente relacionados. Muchos cuentos o historias que tratan sobre
las tentaciones a tomar cosas ajenas y ver el castigo que recibe quien
no logra resistirlas, son de gran ayuda para que los niños vayan
integrando las normas y leyes de la convivencia social.
Si no se da la debida importancia a estos robos, por pequeños
que sean, el niño puede integrar en su conciencia que no pasa
nada si hurta o toma cosas ajenas y se corre el peligro de que éstos
aumenten.