Ahora son varios los vecinos que permanecen en camas de hospital. No
recuerdan claramente qué fue lo que sucedió después
de que estalló el depósito del gas. Un flamazo, cristales
de ventanas que saltaron convertidos en astillas, el golpe de la detonación,
es lo último que se recuerda.
¿Habrá salido a tiempo la ambulancia? No hay manera de
saberlo. ¿Se habrá salvado aquella persona? Quién
puede saberlo, es más: a quién le importa cuando se
siente tanto dolor.
Ha pasado un año del incidente y ya nadie lo tiene en mente.
Ah, pero aquella familia de curiosos, los que se vistieron de prisa para
asistir al espectáculo, para su mala suerte hoy han sufrido un
accidente de tránsito. La escena se repite. La gente comienza
a juntarse y a rodear los vehículos. Masa curiosa que quiere ver
sangre. Los lastimados lloran y están asustados, mientras uno
de ellos grita con furiosa impotencia: “¡Largo! ¡Fuera metiches! ¡Qué les
importa!” Igual que aquellos desventurados... hace un año.
Las sirenas suenan, pero no logran acercarse. Pasan minutos que pueden
ser de vida o muerte. Son tantos los curiosos que el auxilio no llega.
De repente y sin aviso previo, se escucha un rechinar de llantas y
el golpe seco de otra colisión. ¿Tal vez un mirón
atropellado?
¿Y usted, qué hace cuando la casualidad le pone cerca
de un accidente? Vale la pena recordar aquel refrán que afirma: “Mucho
ayuda quien no estorba”.