Cuando hablamos de esquites, se supone que todos hablamos de lo mismo. Ese guisado en el que los granos de elote navegan, junto con la cebolla picada, en un caliente caldo que ha sido sazonado con un poquitín de sal y epazote fresco. Alimento o golosina que se presta a las más extravagantes combinaciones, donde el jugo de limón y el chile piquín son indispensables. Ah, pero donde caben también la mayonesa y hasta el queso rallado.

Uno de los antojitos que, invariablemente, hace acto de presencia en las fiestas populares, las plazas públicas y en cualquier puesto callejero donde también se expenden para la venta elotes cocidos o asados.

Casi todos —al menos en el centro y sur de México— a eso le llamamos esquite. Y sin embargo, el Diccionario de mejicanismos1 alerta sobre un error, que ha dejado de serlo a fuerza de la costumbre. Según el docto tabicón, esquite viene del término izquitl, que en náhuatl significa maíz tostado.

Así es: estaríamos hablando de palomitas, rosetas de maíz o cacalote, como también le llaman en algunas regiones del país. De lo que se viene uno a enterar: palabra equivocada que ha terminado por imponerse mediante el uso, pero que también abona una intrascendente pero divertida coincidencia. Cacalote es el nombre originario del cuervo, así que palomitas o cuervos se parecen al menos en esa acción de emprender el vuelo al calor del comal.


Delicioso pretexto para contaminar

Sale la familia de paseo, el hambre arrecia, los intestinos claman y al pasar por delante del humeante anafre donde hierven los provocadores esquites, la voluntad austera renuncia al ayuno dominguero. ¡Esquites para todos!

Tantos vasos del casi indestructible unicel , como entusiastas comensales. Cinco, seis, diez... los que sean requeridos. Otro tanto de cucharillas o tenedores de plástico material, también resistentes a los elementos naturales y destinados a permanecer en el ambiente por varios cientos de años.Si además fueron solicitadas bolsas de polietileno “para llevar”, estamos fritos.

El gusto y el antojo comienzan a ser riesgosos para la maltrecha y vapuleada ecología. ¿Algo falta? Servilletas de papel que, a menos que sean producto reciclado, cargarán con derribo, en otro tiempo y lugar, de algún desafortunado árbol.Triste mezcla hemos hecho. Hermanamos una alimentación tradicional, con una forma de consumo que se torna cómplice del desperdicio y contaminación.

1 Santamaría, Francisco J. (2000) Diccionario de Mejicanismos. 6ª ed. Porrúa, México.