Una ganancia añadida se encuentra también en el diagnóstico
de la enfermedad. Sabiendo cuál es la causa real y conociendo
cómo opera la bacteria, entonces se hace posible diseñar
pruebas diagnósticas menos invasivas, más rápidas,
económicas y específicas.
Podrían quedar atrás las costosas y dolorosas biopsias,
así como las endoscopías, ya que la prueba puede llegar
a ser tan simple como para realizarse con el aliento del paciente.
¿Aliento? Sí, ya que al conocer el metabolismo del microorganismo,
pueden ser los gases presentes en el aliento y buscar ahí los
componentes metabólicos de los desechos bacterianos. Recuérdese
el dióxido de carbono y el amoniaco que se desprenden al procesar
la urea.
Actualmente existen ya clínicas que lo hacen, suministrando al
paciente una dosis de carbono 14 (el mismo tipo usado para hacer las
pruebas de datación), del que se deberán encontrar trazas
luego de 15 minutos de su ingestión.