Hace algunos años se hizo de cierta popularidad un anuncio emitido por la radio. Con voz excesivamente formal y sin el distractor de fondo musical o sonido complementario alguno, el locutor emitía una frase parecida a ésta:

Son las 11 de la noche...
¿Sabe usted dónde están sus hijos?

Por supuesto que el efecto era inmediato y los padres comenzaban a preocuparse al tomar conciencia de la hora que era, y tal vez al desconocer el sitio donde los vástagos estaban o la actividad que realizaban. Si se trataba o no de una campaña tradicionalista es asunto secundario. Evocarla tendría que ver con algo mucho más actual, que involucra los hábitos de consumo televisivo que tienen nuestros hijos.

Justo es reconocer que la cotidianidad suele agobiarnos, y ello ocasiona que releguemos a un segundo o tercer sitio cosas que nos interesan, pero que no demandan nuestra atención inmediata. Uno de estos asuntos es la manera en que nuestros hijos se relacionan con la televisión.

Podemos, si usted lo desea, hacer un ejercicio proponiendo mínimas variantes a la pregunta del promocional antes mencionado:

 

  • ¿Sabe usted cuánto tiempo ven la televisión diariamente sus hijos?
  • ¿Conoce cuál es el tipo de programas que miran?
  • ¿Imagina cuál es el efecto que están teniendo en el desarrollo de sus criaturas?

Pero espere un momento, no se alarme, aunque este tipo de cuestionamientos suelen dar la apariencia de un juicio con sentencia lapidaria, no es la intención; al menos en este sitio.

Responderse a uno mismo, o al menos intentarlo, tendría más bien el propósito de romper una inercia en la que dejamos de ver lo que está sucediendo ante nuestros ojos. De hecho, muchos de nosotros que compartimos esto de ser padres y educadores de la generación que nos sigue, apenas tenemos una idea muy vaga de lo que hay entre la pantalla y nuestros hijos. Posiblemente apenas la noción de que ven mucho o poco tiempo la televisión, pero sin llegar a precisar cuántas horas y menos aún la programación que prefieren. ¿Cómo actuar sin conocer?

 

Una panorámica general

A mediados de 2006, la maestra Lourdes Roca presenta algunos resultados de investigación producto del Laboratorio Audiovisual de Investigación Social, que opera en el Instituto Dr. José María Luis Mora. 1

Lo encontrado coincide con otros trabajos relacionados con la temática: el tiempo que los niños permanecen frente al televisor sigue aumentando.

La exposición a la pantalla —para niños y jóvenes— se ubica entre las tres y las cinco horas diarias. No obstante, los infantes en edad preescolar suelen dedicarle entre cuatro y siete horas. Una barbaridad si consideramos lo que demanda una jornada laboral o asistir a la escuela.

Por otro lado, es también de destacar que el 95 % de los infantes prefiere los contenidos de los llamados “canales comerciales” y, por tanto, sólo quedaría un 5 % que es adepto a las alternativas “educativas y culturales”.

Tranquilizaría mucho saber que nuestros retoños se ubican en los segmentos con menos tiempo ante el aparato, o bien, que fueran parte de esa minoría que prefiere una programación educativa. El detalle es que si no conocemos sus hábitos, tampoco podemos estar seguros de ello. Es más: hasta podríamos ser los padres de infantes que contribuyen a engordar las cifras críticas y además ignorarlo.

 



 

1 Roca, Lourdes: (2006 febrero-marzo) “Por otras opciones de convivencia con la televisión”, en Razón y Palabra (Revista electrónica), # 49, febrero-marzo de 2006. Disponible en: http://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n49/lroca.html