Tal vez valdría la pena hacer una pequeña encuesta entre nuestros familiares y amigos para conocer su opinión con respecto a las cenas del fin de año.

Por ejemplo:

1. ¿Te gusta el pavo horneado?

•  Sí

•  No

 

2. Si pudieras escoger qué cenar durante la Navidad y el Año Nuevo ¿seguirías comiendo pavo?

•  Sí

•  No

 

Si las dos respuestas anteriores han sido SÍ, entonces sería interesante conocer la razón: _________________________________________________________

 

Quizá alguien te diga que su costo es elevado y, por ello, se trata de un producto que difícilmente se consumiría en una ocasión no festiva.

Pues no. Tiempo atrás sí era caro, pero eso se debía a que el tiempo de engorda era muy prolongado (entre seis y ocho meses, cuando ahora requiere de cuatro o cinco) y, además, cada guajolote debía comer mucho alimento para llegar a su peso ideal (cerca de 10 kilogramos). Hoy no es así, gracias a las razas seleccionadas y los alimentos balanceados, de tal suerte que su valor es apenas superior al del pollo y muy parecido al de la carne de res o cerdo.

 

De acuerdo, algo tiene que ver. Baste recordar que el guajolote, cócono, pípila o pavo, es nativo de América y era ya consumido por los habitantes originarios del continente, aún antes de que los europeos siquiera imaginaran la existencia del “otro mundo”.

Ah, pero la costumbre consistía en preparar a este gigantón en cualquier festividad y no precisamente en Navidad. Eso sin tomar en cuenta que se cocinaba en caldo y con adobos, de los cuales el más popular ahora, es el mole.

Esto de hornear los pavos quizá tenga más que ver con una festividad norteamericana, el Día de Acción de Gracias, pero ella se celebra el cuarto jueves del mes de noviembre. Aunque, claro, ya encarrerados en este asunto, podría ser que los guajolotes sobrantes vieran su triste fin al concluir el año.

Pues sí, al menos si nada más es por llevar la corriente y tratar de cumplir con un modelo de comportamiento que está prescrito por otros y que más tiene de manda, que del placer festivo que siempre debe ser nuestra alimentación y más cuando celebramos algo que nos resulte significativo.

 

Por supuesto que no, comámoslo como más nos agrade y, además, en cualquier fecha del año. Al igual que la carne de pollo, resulta altamente saludable por su facilidad de digestión y el aprovechamiento que tenemos de sus proteínas. Siendo carne magra, es baja la cantidad de grasa, colesterol y calorías.

Pero qué difícil es conseguirlo fuera de temporada, a menos que se trate de un animal congelado o ahumado, pero eso tiene que ver con nuestra costumbre de solicitarlo sólo una pequeñísima temporada del año.

Recuperemos el pavo: comamos guajolote, no por consumismo impuesto, sino por el gusto frecuente de darse un agasajo. Que no sea el invitado estelar sólo de nuestra cena navideña.

Ahora lo invitamos a leer el artículo “El recalentado”.