Irene Martínez Zarandona

Sinopsis

Si nos preguntan ¿qué es una familia?, seguramente tendremos una respuesta. Prácticamente todos hemos vivido dentro de una, pero al describirla empezarán las sorpresas, porque cada uno de nosotros tiene experiencias diferentes al respecto.

 

La discusión subía de tono, los amigos se contradecían, los temas iban y venían, y conforme hablaban parecía que en vez de reconciliar las ideas, las distancias eran abismales y cada uno tenía un concepto distinto de cómo está formada una familia.

Iniciaron con frases trilladas que no dejaron satisfecho a nadie: “la familia es el pilar de la sociedad”, “la célula básica”, “¿familia?... ya no existe”, “las de antes sí duraban, pero actualmente, ya no existe compromiso”, etcétera.

Incluso cada uno, en su familia de origen, tuvo vivencias diferentes a las que vive en su actual familia de procreación, formada en otra época, y enfrentada a circunstancias y contextos socioculturales distintos.

 

En la casa de Manuel vivió su abuelo paterno hasta que falleció, ahora él vive con sus suegros porque no le han entregado su casa. Con Jacinto vivieron sus primos de Chihuahua que vinieron a estudiar a la ciudad, y cuando uno terminaba ya venía otro en camino, el caso es que siempre hubo parientes con los cuales compartir y comunicarse. Marina es hija de madre soltera y desde siempre vivió en casa de sus abuelos maternos, con tíos y tías, que vieron por ella y la consintieron a más no poder.

Todos ellos tienen la experiencia de vivir con su familia extensa, situación que es muy común en la sociedad mexicana.

La familia de Ana fue muy complicada: sus padres se separaron cuando ella tenía 5 años y su hermano 3. Ambos formaron una segunda familia, la madre se casó con un hombre que ya tenía dos hijas a las cuales veía los domingos, por lo que la familia de Ana crecía ese día, para volver a la normalidad el lunes. Después nació su hermanita y, cuando todos se juntaban, sus vecinos les hacía la clásica broma de “los tuyos, las mías y la nuestra”.

 

La experiencia de Rosalba fue muy especial: sus padres, criados en el campo, guardaban ciertas costumbres que influyeron a la familia. Por ejemplo, el hijo mayor se lo dejaron a la abuela paterna para que no estuviera sola, y al venir a la capital también dejaron encargadas a dos de sus hijas con sus respectivas madrinas y el resto de los hijos, que eran cuatro más en total, sí vivieron con ellos.

José sabía que tenía un hermano con el que nunca convivió, porque estaba en un hospital por una “extraña enfermedad”, que años después supo se trataba de una deficiencia mental severa, situación que sus padres siempre trataron de ocultar.

Matrimonios que por situaciones laborales o penales, viven separados y sólo se reúnen en contadas ocasiones y cuyos hijos deben aprender a vivir en estas circunstancias.

Hay mujeres que tienen uno o varios hijos de los cuales se hacen cargo y, en términos estrictos, aunque no haya un padre reconocido son, por supuesto, una familia uniparental; en este mismo caso están aquellos padres que al separarse son ellos los que se hacen cargo de la custodia de los hijos.

También es una familia cuando los hermanos se han quedado huérfanos y deciden seguir bajo el mismo techo.

Y las familias dobles que tiene un hombre quien, sin separarse de su primera familia, tiene paralelamente otra, ya sea que se conozcan o no los medios hermanos, o ambas partes se ignoren.

No se ha mencionado los matrimonios con hijos adoptados y niños criados y sostenidos por la familia extensa: tíos, padrinos y parientes lejanos, todo un coctel de personajes que hablan de las múltiples caras que tienen las relaciones familiares, que no son la clásica fórmula de padre, madre e hijos viviendo juntos, pero sí son muy comunes y guardan características típicas de lo que se considera una familia, en nuestra cultura mexicana.