La experiencia de Rosalba fue muy especial: sus padres, criados en
el campo, guardaban ciertas costumbres que influyeron a la familia.
Por ejemplo, el hijo mayor se lo dejaron a la abuela paterna para que
no estuviera sola, y al venir a la capital también dejaron encargadas
a dos de sus hijas con sus respectivas madrinas y el resto de los hijos,
que eran cuatro más en total, sí vivieron con ellos.
José sabía que tenía un hermano con el que nunca
convivió, porque estaba en un hospital por una “extraña
enfermedad”, que años después supo se trataba de una deficiencia
mental severa, situación que sus padres siempre trataron de
ocultar.
Matrimonios que por situaciones laborales o penales, viven separados
y sólo se reúnen en contadas ocasiones y cuyos hijos
deben aprender a vivir en estas circunstancias.
Hay mujeres que tienen uno o varios hijos de los
cuales se hacen cargo y, en términos estrictos, aunque no haya
un padre reconocido son, por supuesto, una familia uniparental;
en este mismo caso están
aquellos padres que al separarse son ellos los que se hacen
cargo de la custodia de los hijos.
También es una familia cuando los hermanos se han quedado huérfanos
y deciden seguir bajo el mismo techo.
Y las familias dobles que tiene un hombre quien, sin separarse de su
primera familia, tiene paralelamente otra, ya sea que se conozcan o no
los medios hermanos, o ambas partes se ignoren.
No se ha mencionado los matrimonios con hijos adoptados y niños
criados y sostenidos por la familia extensa: tíos, padrinos y
parientes lejanos, todo un coctel de personajes que hablan de las múltiples
caras que tienen las relaciones familiares, que no son la clásica
fórmula de padre, madre e hijos viviendo juntos, pero sí son
muy comunes y guardan características típicas de lo que
se considera una familia, en nuestra cultura mexicana.