A menor cumplimiento de las expectativas, mayor será la desilusión y la necesidad de una nueva representación mental del hijo y de lo esperado para su vida futura. Por eso, ante la pérdida de ilusiones, se despliegan una serie de mecanismos emocionales que deben ser elaborados hasta alcanzar la aceptación para retomar el problema y seguir adelante. Prácticamente todos los seres humanos pasan por sentimientos similares, la solución llega conforme se van superando, y el padre y la madre encuentran dentro de sí mismos la fuerza para desarrollar nuevas expectativas acordes con su realidad.

......Estos mecanismos se suceden unos a otros con diversas intensidades, y aunque la meta es la aceptación del problema y el reacomodo familiar a las circunstancias, también puede suceder que en diferentes momentos de la vida vuelvan esos sentimientos y las personas requieren procesarlos de nueva cuenta, ya que hay problemáticas que empeoran o representan retos mayores conforme los niños con discapacidad crecen.

La primera reacción que suele desplegarse es la negación o resistencia para aceptar, ni siquiera como idea, lo que está sucediendo. Se rechaza el hecho de que se tenga un problema, no se quiere hablar de eso, se piensa que es un mal diagnóstico y que es necesario buscar otro médico.

......Esto en el mejor de los casos, porque hay un tipo de negación más severo cuando ni siquiera la idea penetra en la mente: ni se ve, ni se oye, ni se siente, simplemente no hay problema, ni nada de que preocuparse. Por supuesto que ésta es la peor de las reacciones, pues —lejos de empezar a encontrar salidas— se pierde tiempo, y es sabido que un problema que no se resuelve en su momento, tiende a empeorar.