Esther López-Portillo

La chinche y la escuela

Sucedió en un mismo salón de clases. María escuchaba con atención la historia que contaba la maestra Eunice sobre una chinche gorda y glotona que sólo pensaba en comer... cosa que hacía a escondidas y de noche, pues era entonces cuando la gente o los animales dormían y ella podía disfrutar un suculento banquete ¡de sangre!, pero una noche no tuvo suerte porque el protagonista la esperaba, la desprendió de su piel y...

María sintió una insoportable comezón en la pierna; en vez de rascarse de inmediato pensó en la chinche, ¿y si tenía una? Observó el tejido de la calceta y allí estaba: un diminuto insecto negro que en cuanto intentó atrapar pegó un gran salto y desapareció, ¿qué sería?

No podía sacar esa pregunta de su cabeza y se perdió el final de la chinche glotona... miraba alrededor cuando sus ojos se toparon con Juan, quien no podía dejar de pensar en su cabeza rapada.

Juan sin cabello

Una semana antes Juan lucía unos largos y apretados chinos que desaparecieron gracias a una familia de piojos que decidió habitar su cabeza. La mamá de Juan hizo de todo para exterminarlos, pero los piojos se reproducían a una velocidad impresionante; no fueron suficientes las horas en que permaneció sentado sobre una sábana blanca mientras mamá le revisaba la cabeza, tampoco los champús, ni los peines especiales: hubo que terminar con el problema en la peluquería.