Si hubiera un jardín en lugar de cemento...

Cuánto añoró la señora esos pasillos sombreados de la casa en que vivió su infancia… Nacida en una región seca sabía que los árboles eran capaces, con su follaje, de crear pequeños oasis con la frescura de los vegetales frondosos.
Algo inimaginable en aquel departamento donde sus materiales estructurales eran una frontera infranqueable para cualquier raíz. Sin embargo, recordó los tiestos que en aquel hogar de la infancia brindaban un hogar a las flores de ornato y los helechos. ¿Por qué no intentarlo?

            Lo primero que hizo fue impermeabilizar esa azotea de la misma manera en que lo había visto en su tierra durante los años mozos. La tradicional mezcla de jabón y alumbre que impidiera el deterioro de la construcción, pero hiciera posible el acomodo seguro de algunas macetas con soporte de patas para aminorar la superficie de contacto.

            Comprando una cada semana y con la selección de especies vegetales con poca demanda de tierra y abundante follaje, en pocos meses tenía concluida la metamorfosis, lista para esperar la siguiente temporada cálida y constatar los resultados.

Las ganancias añadidas

Finalmente logró modificar las condiciones ambientales de la vivienda, aunque sólo fuera con moderación. Resulta imposible hablar de una frescura alpina, pero las hojas de su jardín artificial lograban detener una buena parte de la irradiación solar.

            El agua ya tampoco se desperdiciaba, pues al regar los contenedores de las plantas se integraba a un ciclo en el que los vegetales crecían y, de esta manera, hacían un modesto aporte de oxígeno a la ciudad.

            La plancha, antes baldía y estéril, ahora ofrecía un pequeño edén para la vista, pero también amable a la permanencia. El sitio que sólo servía para tender la ropa luego de su lavado, ahora admitía un par de sillas para regalarse unos minutos de relajación o un espacio sustituto a la mesa de trabajo.

            Mucho podemos hacer por mejorar el entorno con mínima inversión y muy poco trabajo. Las ciudades imponen condiciones, pero en nuestras manos está la posibilidad de ayudar a transformarlas. Si hemos de vivir en ellas por largo tiempo, por qué no dedicar algo de nuestro tiempo en hacerlas más agradables.

 

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