El destino final

Lo ideal sería que tras múltiples reacciones químicas producidas al azar, el medicamento perdiera cualquiera de las características que lo distinguían y quedara transformado en algo inofensivo. El problema es que nadie sabe lo que ocurre después en este fortuito camino.

      Es de esperar que las cantidades sean mínimas y, por tanto, queden diluidas o dispersas en montañas de inmundicia; pero, ¿si no es así? Qué tal si los productos mantienen su integridad química; o bien liberan elementos potencialmente tóxicos que por simple gravedad puedan filtrase por el suelo y llegar a los mantos freáticos, de donde obtenemos el agua para bebida y riego.

      Cuáles serían las consecuencias de escurrimientos que contaminaran el suelo o se integraran a torrentes de agua que transportaran los desechos a zonas bajas y alejadas. Por su cantidad mínima suena poco probable, pero esas medicinas podrían crear microambientes favorables para el crecimiento de cepas bacterianas resistentes; formar parte de la estructura de vegetales comestibles que se desarrollan en las superficies afectadas; integrarse a los alimentos que ingieren los animales productivos, o simplemente permanecer como uno más de los alergénicos que dañan a las personas particularmente susceptibles.

      El problema de fondo es que sin las investigaciones pertinentes no se debe descartar ninguna de las posibilidades.

      Para comenzar valdría la pena asegurarse de la destrucción de los empaques y etiquetas originales cuando eliminamos del botiquín y, con ello, tendremos la seguridad de que no serán puestos de nuevo a la venta. De igual forma, tendríamos que dejar de vaciar el contenido de frascos en el sanitario, por lo menos hasta no tener información más clara que nos dé cuenta de los efectos que hay sobre el ambiente.

 

 

Las alternativas

Hasta ahora no hay al menos ninguna que sea del conocimiento de la mayoría. Pregunte a amigos y familiares para constatar que ése es el común denominador: el bote de basura como destino final.

      La industria farmacéutica es de las más prósperas y, año con año, reciben utilidades más que considerables. Así como afirman ser solidarios con la causa de la salud, no sería mal visto que también se involucraran con esos residuos que produjeron, pero que ya no sirven.

      Sería muy positivo si, en el mismo paquete donde envasan sus medicamentos, indicaran con claridad cuál es la mejor forma para desechar cada tipo de producto garantizando la seguridad de las personas y su ambiente.

      Aún mejor, quizá convendría que en cada farmacia colocaran depósitos para este fin y contribuyeran al retiro, inutilización e, incluso, eventual reciclamiento de sustancias activas.

      ¿Usted había pensado en el desecho de las medicinas ya vencidas? ¿Se le ocurre alguna otra forma? El tema parece no haber sido tratado con la importancia que merece, pero como miembros de la sociedad estamos en capacidad para generar propuestas.

 

           

      Todos estamos expuestos a ser pacientes en alguna ocasión, pero a pesar de ello, podemos ser agentes activos en la recuperación de la salud.