Texto: RamónCordero
Diseño gráfico: Sergio Ricaño

Muchas mujeres suelen considerar que el periodo posterior al parto, durante la lactancia natural, es relativamente seguro y no se espera un posible embarazo.
La falta del sangrado menstrual hace pensar que, si no hay menstruación, tampoco existe la posibilidad de que un óvulo madure y sea liberado.

            Sin embargo, el médico especialista Manuel Cortés Bonilla (1) indica que aproximadamente un 10% de los embarazos no planeados o esperados, son consecuencia de mantener relaciones sexuales sin utilizar ningún otro método anticonceptivo diferente al de la relativa infertilidad presente durante la lactancia.

Un conocimiento tradicional

Desde mucho tiempo atrás, cuando no existían los anticonceptivos que actualmente están disponibles en cualquier farmacia, las mujeres pudieron percatarse de un fenómeno particular y además muy útil en tales circunstancias: la alimentación al pecho ayudaba a espaciar el nacimiento de sus hijos.

            Ésta es la razón por la que en algunas poblaciones contemporáneas marginadas, las matronas con experiencia recomiendan dicho régimen de crianza —basado exclusivamente en la alimentación con pecho materno— sin limitar tiempo de succión o restricción de horarios, a fin de disminuir las posibilidades de que haya un nuevo embarazo (2).

            Esto, sin duda, representa un importante conocimiento generado a través de la observación empírica. Además, se trata de un fenómeno comprobable porque también se repite en algunas especies animales domésticas que, con frecuencia, eran explotadas por las personas en el campo.

            Una cerda, por ejemplo, raramente vuelve a manifestar receptividad sexual sino hasta unos días después de que ha destetado a sus lechones. Podemos suponer que la demanda fisiológica es extraordinaria cuando se tienen 12 ó 14 hijos por alimentar.

            Algo parecido ocurre con una vaca lechera de alta producción. Hacer que quede preñada antes de que comience a declinar su curva de lactancia, es casi una proeza. Es más: aun las hembras bovinas que secretan poco líquido, si están permanentemente acompañadas de su becerro y lo amamantan, tardarán más tiempo del que sería biológicamente necesario para volver a quedar preñadas.

Lo que nos hace diferentes

Más allá de la fisiología reproductiva, entre animales y humanos hay una diferencia sustancial. En los primeros pretendemos que haya una nueva generación lo antes posible y así acelerar la llegada de los beneficios o satisfactores; en los segundos, en cambio, lo deseable es tener más capacidad de regulación y así evitar los embarazos que no se quieren, postergar la gestación o planear cuándo habrá de nacer un bebé.

            Ahora bien: habrá notado que hemos hablado de probabilidad o de fertilidad relativa. Esto es porque la lactancia influye en la capacidad para engendrar, pero difícilmente tiene un efecto determinante. Recuerde el dato mencionado al principio: 1 de cada 10 embarazos inesperados.

(1) En entrevista para el periódico La Jornada del 11 de agosto de 2007. Puede consultarse en: http://www.jornada.unam.mx/2007/08/11/index.php?section=sociedad&article=038n1soc
(2) Una lactancia sin restricciones suele dar el impulso hormonal necesario para mantener una buena producción de leche, lo cual disminuye la posibilidad de estimulación, también hormonal, que desemboca en la ovulación.