Proceso fisiológico que tiene una función

Gestación, parto y lactancia son procesos en los que participa una gran cantidad de hormonas y supone un delicado equilibrio entre ellas. Podríamos decir que hay dos grandes grupos, las encargadas de promover la lactancia y ésas a las que se debe la actividad reproductiva.

            Reflexione un poco y se percatará de que ambas funciones son igualmente importantes, pero no simultáneas.  El imperativo natural es garantizar —en la medida de lo posible— la perpetuación de la especie, y eso es un denominador común para todas.

            Desarrollar una nueva criatura o producir la leche necesaria para la anterior, serían incompatibles si alguna de las dos funciones pudiese terminar en fracaso (un recién nacido poco desarrollado o un lactante que no prosperará por falta de alimento). Así, pues, la evolución ha determinado ciertas restricciones fisiológicas, de tal manera que una actividad quede supeditada a otra. En esto encontraríamos la explicación de por qué la fertilidad disminuye cuando la lactancia opera a plenitud.

 

El riesgo de iniciar con un nuevo embarazo durante la lactancia

Si bien la naturaleza favorece algunas tendencias, lo cierto es que la especie humana se ha hecho cargo de modificar su ambiente, y con ello el efecto del entorno. Al menos parcialmente, determinamos nuestro propio camino evolutivo al modificar algunas de las condiciones del medio.

            Como ejemplo baste mencionar que ahora hay fórmulas maternizadas para complementar la alimentación de los neonatos, y es creciente la tendencia a que las mujeres dejen por algunas horas a sus hijos lactantes para salir a trabajar en lugares distintos a la vivienda.

            Ahora bien: si a una simple tendencia para inhibir la maduración y liberación de un óvulo le añadimos comportamientos sociales que algo tienen de artificial, no podemos confiar en que no habrá una nueva gestación si sólo dependemos de la anticoncepción basada en la lactancia.

            Aun las mujeres que amamantan al crío con constancia, sin restringir horario y sin limitar el tiempo de alimentación, sólo tendrían un 60% de probabilidades de no ovular durante los primeros tres meses del posparto. Imagine cómo disminuyen las garantías si, además, por razones laborales, la madre alterna el pecho con los biberones o espacia las sesiones de lactancia.

            Cualquier madre con experiencia sabe o imagina la complicación que representaría un nuevo embarazo cuando todavía está criando a un hijo o una hija que apenas va a comenzar a probar papillas, usa pañales y requiere de toda la atención.

¿Cómo cuidarse entonces?

La primera recomendación consiste en no fiarse aun cuando el sangrado menstrual esté ausente. Puede haber ovulación sin manifestaciones externas que puedan ser notadas.

            Lo conveniente es mantener relaciones sexuales con protección y para elegir el método más apropiado hay que consultar al médico o médica de confianza.

            Para muchas personas el uso del condón o preservativo sería la primera elección, dado que existe el temor de que los métodos basados en hormonas (como las píldoras) interfieran con el proceso de lactancia, o incluso tengan un efecto nocivo en el bebé.

            No obstante, también hay avances en la industria farmacéutica y uno de ellos es el desarrollo de pastillas con alto nivel de seguridad y especialmente diseñadas para mujeres que han optado por amamantar a sus bebés, que desean evitar una nueva gestación y para las que el bienestar de sus hijos es una prioridad.

            Ahí tiene una razón más para acudir a sus citas médicas de control posterior al parto, aprovechando las mismas para recibir de la persona profesional, una asesoría especifica que le ayude a planificar su reproducción y, con ello, también su vida.