¡Es incurable, me voy a morir!

Equivocación. Aunque es incurable, los tratamientos actuales pueden ser tan buenos, que el control de la enfermedad equivale casi a curarse.

Ah, pero nada es gratis. El buen control requiere de la educación y colaboración del paciente. Con la diabetes, a nadie se le puede mejorar contra su voluntad.
El médico proporciona la receta de los medicamentos, pero es el paciente el que debe cambiar sus hábitos de vida, particularmente el de la alimentación.

Así pues, alrededor del paciente trabajan muchos especialistas. Endocrinólogos, licenciados en nutrición, oftalmólogos, nefrólogos, médicos internistas y más.

La dieta es fundamental, pero no entendiéndola como las que salen en las revistas para bajar de peso. No es la de la luna ni la de líquidos serenados.

En realidad el apoyo más fuerte para el trabajo médico es un plan de alimentación que busca una adecuada proporción de nutrientes.

Ni siquiera persisten esas antiguas ideas de que sólo se puede comer carne y verduras.

Una dieta diseñada por quien sabe de nutrición, no sólo no implica grandes sacrificios o cambios espectaculares en lo que se come, sino que además es saludable para el resto de la familia, más cuando se sabe que hay una predisposición genética que podría dar problemas en el futuro a otros integrantes de la familia.

Tal vez como en ninguna otra enfermedad, hay que conocerla, saber de ella y así poder cuidarse.

Una horrenda dieta o un buen plan de alimentación
Como y me da un sueño..., duermo y me da un hambre...

Cuando la mayoría de la gente vivía en el campo, los casos de diabetes se presentaban hasta en dos personas por cada 100.

Actualmente, cuando la mayoría de las personas viven en las ciudades, sometidos al stress, consumiendo comida chatarra como frituras y refrescos, pasando largos periodos de tiempo sentados y quietos, con poco ejercicio, se calcula que hay 10 enfermos por cada 100 habitantes y la proporción sigue aumentando.

Por ello es que hay que cambiar estilos de vida.

Comer en grandes cantidades, saltarse comidas, beber refrescos, hacerse aficionado a las grasas animales, caminar poco, fumar, comer menos de lo necesario y tener obesidad, son un buen boleto para viajar al hospital.

La fórmula es más bien sencilla. Bastan unas cuantas reglas que, aplicadas a la vida diaria, disminuyen la posibilidad de enfermar, o si ya se tiene diabetes, el control de la misma nos permite llevar una vida normal limitando los daños asociados.


- Visitar al médico cuando se presente cualquier síntoma extraño y que no tenga una explicación aparente.
- No automedicarse. La medicina que para un paciente es excelente, en otro puede ser fatal. Cada caso debe ser valorado individualmente por el especialista.
- Alimentarse tres veces al día.
- Evitar el stress.
- Consumir cotidianamente una dieta balanceada.
- No fumar.
- No excederse en el consumo de alcohol.
- Hacer ejercicio.

¿Entonces qué hago?

Hay que informarse y conocer la enfermedad.
¡La diabetes se debe controlar en la casa y no en los hospitales!

 

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