Patricia:
Me asusté mucho cuando no me llegó la regla. Sabía que me había estado arriesgando por no usar condón, así que luego luego supe que estaba embarazada. No es cierto que todas las mujeres amamos a nuestro hijo desde que sabemos que lo estamos esperando. Yo no quería al mío, yo no quería ser mamá: yo quería seguir siendo una chava normal, la de siempre...

Después de que nació ya la quise. Lo malo es que tuve que dejar la escuela y me encerraron en mi casa... Mis papás me ayudaron, pero siempre me lo siguieron cobrando. Nunca más las cosas fueron iguales y por años no pude volver a tener novio ni amigos... Lo malo es que esas cosas se le quedan a una y ahora me preocupa mi hija. Tengo miedo de que le pase igual que a mí, pero también tengo miedo de comportarme como mi familia lo hizo conmigo.

(Entre más joven es la adolescente que se embaraza, son también mayores las presiones. Padres, hermanos, amistades, pareja y maestros se sienten autorizados para dar consejos, todos ellos contradictorios: "No tengas al bebé", "tenlo", "cásate", "no te cases", "cámbiate de casa", "quédate como estás", "estudia", "deja la escuela y mejor trabaja"... Todos tendrán buenas intenciones, pero nadie está en los zapatos de la muchacha.)

Ignacio:
Yo tenía 17 años y Paty 15. Cuando Patricia me dijo que estaba embarazada, lo único que sentí fue miedo y quise escapar. De hecho escapé haciéndome ojo de hormiga por varias semanas. Trataba de no hacerlo, pero no pensaba en otra cosa que en ese niño. Me parecía imposible y también injusto que por descuidados, ahora el mundo se nos caía encima.

Por más que le daba vueltas y vueltas, no había manera de hacer que el tiempo se regresara. Quería seguir estudiando y hacer mi vida normal, no quería ser papá. A los seis meses traté de regresar, pero la familia de mi novia me alucinaba. Me golpearon y no me dejaron verla más. Supe que había tenido una hija a la que no conocí. No sé cómo será el futuro, pero yo me quedé mal: pienso que no tenía la fuerza ni la experiencia.

(Las investigaciones que hay sobre embarazo muestran que cuenta mucho la edad del novio, esposo o amigo. La mayor parte de las adolescentes tienden a unirse con muchachos muy jóvenes también, que no han terminado la escuela y por lo tanto tienen pocas posibilidades de conseguir un buen trabajo. Esto implica que la responsabilidad del embarazo y del hijo ya nacido, debe ser compartida con el hombre.)

Claudia:
Fue muy chistoso. A ratos no podía ni dormir de la preocupación, pero a ratos me imaginaba que iba a vivir como en un cuento de hadas. Nunca dije nada hasta que supieron en la escuela. Hablé con Matías y se puso tan nervioso que se lo contó a todo mundo. Ese día hablé con mi mamá.

Matías, que antes era de los más guapos y buscados en la escuela, se tuvo que cambiar de colegio. Él quería seguir de galán, pero las chavas le huían y se ponían de mi lado. Era como una amenaza pública, no aguantó la presión. Tener un hijo es muy pesado: nunca me imaginé cuánto y más porque yo tengo toda la responsabilidad.

En mi casa me apoyan, pero yo soy la responsable de todos los cuidados del bebé. Hasta ahora he podido seguir estudiando, pero no sé por cuánto tiempo más. Tengo miedo de terminar la prepa, pues no sé cómo cambiarán las cosas... Yo tuve que madurar muy rápido; pero Matías no ha podido, cada vez lo veo más como otro niño.

(Tener un hijo no es cosa de juego. La responsabilidad es enorme y no hay días de descanso. No se puede decir: "ya me cansé de jugar, guardemos el tablero." La responsabilidad es también económica y a largo plazo: no es de un mes, un año, cinco o diez; es por lo menos el equivalente al tiempo que esa muchacha ha vivido. Suena pesado, ¿no?)

Martha:
Tuve dos hijos antes de llegar a los 19 años. Pensaba que me tenía que casar para salir de la casa de mis papás. Mi primer embarazo no estaba planeado, aunque no pretendía obligar a mi novio a que se casara conmigo. Bueno, el segundo
tampoco lo planeamos. Hubo boda, pero no funcionó; mi segundo hijo nació cuando ya nos habíamos divorciado... Dejé la escuela: con dos bebés no podía trabajar y terminé regresando a la casa de mi mamá. Sólo que ahora es peor, porque sigo siendo hija de familia; no puedo tomar ninguna decisión importante.

Tengo dónde comer y no me preocupo por pagar una renta, pero no tengo dinero para nada... Siento que todas las puertas están cerradas porque no puedo trabajar bien y tampoco me puedo preparar más. El papá de mis hijos es un cero a la izquierda. Está peor que yo porque tampoco hizo nada, pero embarazó a otra chica y vive con ella en la casa de sus papás... A veces creo que nunca me voy a poder comprar algo nuevo para mí. Toda mi ropa es heredada de mis hermanas. Es horrible que te vean con lástima todo el tiempo.

(Contra lo que se piensa, muchas de las adolescentes ya habían abandonado sus estudios antes de embarazarse, aunque también hay algunas a las que las complicaciones las obligan a dejar la escuela. Es importante subrayar que si se deja de estudiar desde una edad muy temprana, las dificultades para conseguir un buen empleo aumentarán. Cuando las muchachas se quedan como madres solteras, es común que tengan que trabajar o que dependan económicamente de su familia original.)

Lilia:
Mis hermanos me decían Pancho López, como el de la canción. ¿No la conoces? Pancho López lo hizo todo rapidito en su vida. A los quince años ya estaba casada y con un hijo. A los diecinueve ya tenía mi familia completa, dos niñas y un niño. No me fue mal, no me puedo quejar. Recibimos mucha ayuda de las dos familias y mi marido era muy trabajador y luchón.

Éramos muy inmaduros, pero tuvimos suerte y las cosas salieron bien con los niños. Mi hija mayor repitió mi historia: fue madre a los 16, y ahora es mi turno para ayudarla a ella. Me preocupa la menor, no quisiera que se echara encima esa carga; pero con qué cara le digo que se tome las cosas con calma.

(Un dato curioso es que las hijas de madres adolescentes, tienen más probabilidades que otras, de convertirse también en madres adolescentes. La historia tiende a repetirse: aunque esto no quiere decir que siempre sea así, sólo hay una probabilidad mayor.)


 

Aída:
Me embaracé a los dieciséis. Ni siquiera había terminado de crecer y eso me dio pánico. En la escuela habíamos estudiado que es distinta la pubertad y la madurez. No dije nada del embarazo hasta que se dieron cuenta en la casa, pues primero pensaron que estaba desarrollándome.

Todo ese tiempo dejé de dormir por la preocupación. Lo que más me preocupaba no era el bebé: pensaba que me iba a morir porque mi cuerpo no iba a aguantar. Varias veces soñé que me explotaba la panza, así como en las películas de los aliens. Al final todo salió bien, por cesárea pero bien.

(Los embarazos ocurridos antes de los quince años tienen mayor riesgo. Después de esa edad, los peligros son casi iguales a los que tendría una madre adulta. Los riesgos casi siempre tienen como origen una nutrición deficiente y un estado de salud poco óptimo.)

 

 

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