El juego de pelota

Famoso y antiquísimo, más que un juego era un ritual pues estaba dentro de las acciones dedicadas a los dioses. En toda Mesoamérica hubo canchas, la más grande es la de Chichen Itzá. Las construcciones mas antiguas datan de los años 1300 a 800 a. c. del período preclásico medio, y la más moderna es la de Tajín, Veracruz de los años 500 a 600 de nuestra era.

El juego de pelota tiene un simbolismo religioso. Es la lucha de la noche y el día, Tezcatlipoca contra Quetzalcoatl. Entre los mayas el Popul-Jul representa a los dos hermanos que bajan al inframundo, a Xilbalba, en donde enfrentan a los contrincantes. Acerca del resultado final del rito, algunos antropólogos piensan que los perdedores eran decapitados, aunque existe la versión contraria.

 

Patolli

Este juego practicado por los mexicas es descrito con alarma por los frailes, pues en él se apostaba y algunos llegaban a perder sus posesiones e incluso hasta el hecho de ser sacrificado a los dioses.

El juego es descrito como algo parecido al juego de damas, similar al ajedrez, y se jugaba con pequeñas piedras blancas y negras. Se hacía sobre un “encalado” (a modo de tablero) con pequeños hoyos. Había dos jugadores (uno tenía las piedras blancas y el otro las negras), las cuales estaban alineadas frente a cada jugador y con unas cañas hendidas por el medio. Cada jugador pegaba en el suelo, y al caer las cañuelas debían quedar con la parte hendida y hueca hacia arriba: así el jugador avanzaba la piedra (negra o blanca) por el tablero según el número de cañuelas que quedaban con la parte hendida hacia arriba. Se menciona que había miradores del juego y verdaderos tahúres profesionales.

Descripciones ofrecidas por los frailes

Fray Diego de Landa (4) narra que los niños jugaban a la guerra, y dice que los jóvenes se juntaban para compartir los pasatiempos: unos con pelotas y otros con un juego de tabas similar a los dados. Lo hacían en una casa grande y encalada, abierta por todos lados.

Fray Bernardino de Sahagún, en el códice Florentino, narra acerca de las cartas que los padres mexicas decían a sus hijos, sobre lo negativo de que jugaran como niños. Seguramente llegada la madurez o el paso a la juventud ya no se esperaba que jugaran como infantes.

Según el libro Huehuetlahtolli, el joven respondía: “aún soy un niñito, un chiquillo, que aún renuevo la tierra, que aún estoy jugando con tiestos, que aún juego con la orina, con mis heces, que todavía mis babas, mis mocos, revuelvo con mis manos. Porque todavía no mucho me doy cuenta, escucho; no mucho he crecido, aún no soy prudente.”

El tema de los juegos prehispánicos queda así apenas esbozado por los pocos datos encontrados hasta la fecha. Es fácil adivinar que cada pequeño indígena buscaba con qué entretenerse, y un indicio de ello es la enorme variedad de juguetes mexicanos que existen y seguramente son producto de la fusión de ambas culturas.

Fuentes:

  • Autores varios, Juegos y juguetes, México D. F., Editado por la Fundación Cultural CREMI A. C., (DINA Camionera S.A. de C.V.), 1993.
  • Ekholm, Wheeled toys in México, Reprinted from American Antiquity Vol. II No. 4, abril, 1946
  • Jaulín, Robert, Juegos y juguetes, Colombia, Editorial Siglo XXI, 1981.
  • Fray Diego de Landa en su obra La relación de las cosas de Yucatán, México, Editorial Porrúa, 1978
  • Hernández, Francisco Javier, El juego popular en México, México, Ediciones Mexicanas, 1950.
  • Huehuetlahtolli, testimonios de la antigua palabra, Editado por Comisión Nacional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de 2 mundos, México, 1988. p.311
  • López Austín, Juegos rituales aztecas, México, D. F., Editado por la UNAM, año 1967.

 

(4) Fray Diego de Landa La relación de las cosas de Yucatán, México, Editorial Porrúa, 1978, pp. 54 –55

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