Lo que hoy sucede

La nueva evidencia científica demuestra que la leche materna está estrechamente ligada con la salud de los bebés y de los niños pequeños.

El daño causado por el abandono o sustitución de la alimentación al pecho, se ha tratado de revertir mediante campañas informativas desde la década de los años ochenta; pero sus resultados son todavía pobres.

Hay que recordar que en estos años se ha fortalecido una tendencia socioeconómica en la que cada vez más mujeres se van incorporado al mercado de trabajo. Así el cumplimiento de un horario laboral, sumado a un periodo de incapacidad más o menos corto después del parto, obliga a muchas madres a recurrir a las fórmulas para bebés o incluso a sustituir la leche materna por leche de vaca.

Persiste la idea en muchos sectores de que la incorporación rápida de otros alimentos a la dieta del recién nacido es indispensable. Un poco es pensar que los niños “aprendan a comer sólido” lo antes posible, para tener un mejor crecimiento. En los hospitales del sector salud es ya una práctica cotidiana el permitir que la madre esté con su bebé y lo amamante. De hecho también se dejó de proporcionar gratuitamente la leche de fórmula que podría desalentar la alimentación al pecho.

Sin embargo, todavía hay hospitales particulares y clínicas en donde la mamá y el recién nacido se mantienen separados la mayor parte del tiempo durante los primeros días y, aunque se permite la alimentación con leche materna, a la menor dificultad se recurre al biberón. Baste recordar que el impulso hormonal para mantener una lactancia, justamente se ve reforzado por el amamantamiento mismo. Si no se da el pecho, disminuye la producción de leche. Algunas mujeres se alarman por esa disminución y echan mano de las leches maternizadas. Esto último completa el círculo: no amamantamiento = disminución de la producción de leche = alarma = sustitución por leche que no es la de mamá = abandono del intento de alimentar de manera natural.

 

Lactancia y anemia

Los investigadores de Hospital Infantil Federico Gómez, de la Secretaría de Salud, han encontrado deficiencias de hierro hasta en la mitad de los niños menores de dos años: el supuesto es que eso se encuentra asociado con los hábitos de amamantamiento de las mujeres que ahí son atendidas. De acuerdo con los médicos, una fuerte tendencia es la de alimentar con pecho entre cuatro y hasta seis meses, cuando lo más adecuado es hacerlo por lo menos durante todo el primer año y hasta el segundo si es posible.

La leche de vaca y la leche materna tienen aproximadamente la misma cantidad de hierro, pero la gran diferencia está dada por la facilidad o dificultad para que el bebé lo aproveche dependiendo de la forma química en que está presente. Eso que en nutrición se llama biodisponibilidad, es sustancialmente diferente en ambos tipos de leche. De la leche de vaca se puede absorber aproximadamente un 12 por ciento del total, mientras que de la leche de la madre se usa hasta la mitad.

 

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