Los niños conforme tienen mayores posibilidades de manipular
objetos, los chupan, miran, sacuden, golpean, y pronto si tienen un "adulto
educador" cerca, quieren construir algo con ellos, especialmente si juegan
con cubos, fichas de dominó, cajitas o bloques.
Así transcurre la
primera infancia, armando, desarmando, manipulando las cosas y
practicando lo que Jean Piaget llama el Juego
de construcción, que alrededor de los 7 años
se manifiesta con toda intensidad cuando el niño que ya conoce
el funcionamiento de las leyes físicas (aunque
no sepa fórmulas ni palabras como estabilidad, gravedad, peso
y masa, etcétera) desea emplearlas, aprovecharlas y conquistarlas
armando, por ejemplo, castillos, puentes, casas, circos, monstruos
y carreteras.
Los niños edifican con cualquier cosa: piedras, palillos, corcholatas,
tapas de refresco, maderas, galletas, panes, lápices, etcétera.
Incluso los padres son testigos de construcciones realzadas con los cojines
de la sala, sillas y alguna manta con la que niños y niñas
hacen sus refugios y moradas para jugar.
Los juegos de construcción son lo más parecido al trabajo:
es conmovedor ver la seriedad y concentración con la que un pequeño
coloca sus bloques, forma sus caminos, coloca sus cochecitos, crea ciudades
y mundos de fantasía, y para ello requiere imaginar y concretar
lo que desea levantar, elabora un modelo mental, despliega su capacidad
de representación e imitación de modelos, y son indiscutibles
las habilidades visomotoras que este tipo de juegos le ayuda a desarrollar.
Es innegable la importancia que el juego de construcción tiene
para integrar y acomodar lo aprendido por el niño en su desarrollo
cognoscitivo y emocional; cuando construye se observan las habilidades
logradas a través del ejercicio, la puesta en práctica
de símbolos, imitaciones y reglas que lo insertan en la convivencia
humana: compartir, respetar el trabajo del otro, competir superándose,
y disfrutar haciendo obras.
El juego de construcción es un mediador o puente entre la actividad
lúdica y el trabajo formal que desplegará el individuo
cuando sea adulto, porque jugando se aprende a trabajar y, cuando se
tiene la suerte de encontrar un trabajo que gusta, éste se vuelve
una especie de juego placentero y motivante.
El afán de construir es innato en el niño, por lo que
la industria y artesanía jugueteras pone en sus manos juegos encaminados
a canalizar esta necesidad constructiva; hay infinidad de versiones de
cubos de madera, plástico y goma; un ejemplo clásico lo
tenemos en el Meccano, y existen versiones modernas y llenas
de posibilidades como los pequeños ladrillos de plástico.