Además de que sea el que satisfaga al paladar más exigente,
es también el que no ponga en riesgo nuestra salud. La pérdida
de calidad nutritiva es secundaria cuando se pondera la posibilidad de
que la comida se contamine con microorganismos patógenos, como
las bacterias que producen tifoidea, cólera y otras infecciones.
Por ello es importante que luego de su preparación y consumo,
los platillos sean refrigerados de inmediato.
Si no se van a consumir al día siguiente (un recalentado postergado),
entonces habrá que optar por la congelación. Un producto
que ha sido congelado y luego descongelado, no debe volver a congelarse
nuevamente, ya que no garantiza su calidad microbiológica. Con
fines prácticos es mejor hacer varios paquetes pequeños
para irlos usando de acuerdo con las cantidades que son necesarias en
cada ocasión. Hay que evitar el calentamiento de toda una olla
o cazuela si no se va a utilizar todo el contenido. Es una pésima
práctica calentar una y otra vez.
Buen provecho...
Habrá que disfrutar ese revoltijo de romeritos, el pepián
o pipián, el mole de guajolote, la pierna adobada, la barbacoa
o el lomo al horno, que —si tiene suerte y se ha acogido a la previsión— se
mantienen en lista de espera para un suculento recalentado.