Ramón Cordero G.
El
huevo de una gallina es delicado. Cubierto por su frágil cascarón,
que a veces se quiebra con tan sólo ser golpeado ligeramente.
Tan versátil que pude ser preparado en mil y una formas. Alimento
tradicional, amado por unos y detestado por otros, en algún momento,
hace unos treinta años, fue acusado de asesinato en serie.
.....¿Asesino
un huevo? ¿Silencioso criminal dispuesto a matar, aprovechando
su inofensiva apariencia? ¿Un Baby Face de la comida?
.....Pues
sí. Enjuiciado y condenado durante décadas, a pesar de
haber demostrado su inocencia, sigue arrastrando una mala fama que hizo
disminuir su consumo. En aquellos años creció notablemente
el número de personas afectadas por enfermedades del corazón
y problemas circulatorios. Luego de las primeras investigaciones, pudo
determinarse que la causa era la cantidad de colesterol en la sangre:
sustancia peligrosa que se acumulaba en las paredes de las arterias
y terminaba por interrumpir o al menos dificultar el paso de la sangre
hacia los órganos vitales. Tal cantidad de colesterol terminaba
por aniquilar a la víctima con infartos y otras lindezas.
.....Es
cierto, durante el juicio que lo sentenció las pruebas presentadas
por los fiscales parecían contundentes. Toda la evidencia indicaba
que el arma criminal del ovoide era su alto contenido de colesterol
en la yema. De inmediato el jurado sacó conclusiones precipitadas:
“Si las víctimas fallecían por la aglomeración
de colesterol y el huevo lo tenía en grandes cantidades... el
ovalado producto era el culpable.”