Con fines prácticos, en el diseño experimental que incluyó a un total de 2338 hombres maduros, de los cuales aproximadamente la mitad padecía el cáncer y la otra mitad se mantenía sana; a través de encuestas sobre prácticas masturbatorias durante los años de la juventud, lograron identificar que la diferencia se hacía significativa cuando había más de 5 eyaculaciones semanales. Luego de 30 o más años de haber dejado los ímpetus juveniles, estos hombres que habían sido asiduos y disciplinados usuarios del placer solitario, venían a confirmar mediante las estadísticas, que la probabilidad de enfermar había disminuido hasta en una tercera parte.

En este punto habrá más de un lector que esté pensando... “uf, de la que me salvé”. Otros estarán lamentando el miedo paralizante que tuvieron a la capilaridad palmaria o a las huellas faciales de los granos supuestamente delatores.

Poco hay por hacer si todo tiempo pasado, pasado está. Lo cierto es que los datos estadísticos son sólo eso y de ninguna manera se constituyen en sentencia o garantía. Tampoco estamos exentos de nuevos descubrimientos de la ciencia, que a últimas fechas parece que estuviera buscando obstáculos al placer, ya que en la percepción popular, lo que no engorda... produce cáncer.

Tal vez este reporte no tenga otra utilidad por el momento, que reducir el nivel de angustia que como padres, nos provoca el incipiente desarrollo de prácticas sexuales entre nuestros hijos. Sexualidad que las más de las veces se manifiesta inicialmente con la práctica de la masturbación.

Es poco probable que los padres se den a la tarea de recomendar a sus hijos varones la práctica de la masturbación, que por otra parte y siendo realistas, ni siquiera hace falta. Saber que forma parte de sus hábitos tampoco será particularmente cómodo. Quede pues el consuelo de que nuestros animosos jóvenes, sin quererlo, están —al menos partiendo de los resultados del doctor Giles— cuidando de su salud.

 


Fuente:
Masturbating may protect against prostate cancer

Índice del texto: 1 2 3