La Piedra
del Sol, también conocida como Calendario Azteca, pertenece a la cultura
mexica, del pasado prehispánico mesoamericano.
Este enorme monumento pudo
haber funcionado como base de los sistemas calendáricos solar y ritual,
y como punto de partida de complicadas observaciones astronómicas.
No se ha determinado
la ubicación original exacta de este monumento pero se sabe que se
encontraba en algún sitio de la plaza principal de Tenochtitlan, donde
se encontraban el Templo Mayor y los principales edificios de culto
y poder político.
Hallazgo
La Piedra
del Sol fue descubierta el 17 de diciembre de 1790 en el costado sur
de la Plaza Mayor de la ciudad de México, en un área cercana a la
acequia que corría por el costado meridional del Palacio Nacional.
Durante los trabajos de nivelación de la plaza, en 1790, se descubrieron
las dos "piedras" más famosas de la antigüedad indígena: la Coatlicue
Máxima y la Piedra del Sol o Calendario Azteca. La Coatlicue quedó
arrumbada en el patio de la Real Universidad y después se volvió a
enterrar, y el Calendario fue adosado a un muro de la Catedral.
El primer estudio sobre la Piedra del Sol lo hizo Antonio León y Gama
en 1792. Desde entonces, se han realizado infinidad de estudios sobre
el monolito. Una de las preguntas que constantes sobre esta escultura
calendárica es si su posición era horizontal o vertical. Ahora se
sabe que la posición de la Piedra del Sol debía ser horizontal y mostraba
la imagen del relieve solar como en muchos otros monumentos de forma
cilíndrica. También se han hecho varias propuestas sobre el valor
numérico de cada uno de los elementos presentes en el relieve, de
tal manera que gracias a complicadas operaciones matemáticas, se supone
que el monolito representa la suma de observaciones astronómicas y
es el resultado de complicados cómputos calendáricos.
De la Catedral
al Museo Nacional
Tras su descubrimiento,
la Piedra del Sol se colocó en el muro del costado poniente de una
de las torres de la Catedral metropolitana. Aquí, la escultura se
deterioró no sólo por estar al aire libre sino sobre todo porque,
según los cronistas de la época, la gente lanzaba inmundicias y fruta
podrida al relieve calendárico. Incluso los soldados que ocuparon
la ciudad de México mataban el tiempo "tirando al blanco" al rostro
de la deidad. En 1885 los militares del gobierno porfiriano desprendieron
el monolito del muro de la Catedral, para conducirlo al salón principal
del Museo Nacional, que estaba ubicado (desde el gobierno de Maximiliano)
en uno de los patios del Palacio Nacional, con salida a la calle de
Moneda. El Calendario Azteca se conviritió en la pieza central de
la "Galería de Monolitos", que se fundó en 1887.