A partir de la Revolución Mexicana y las mejores condiciones que ésta aportó, la población del país creció de manera muy importante. En 1921 había un total de 21.3 millones de mexicanos. Para el 2000 se calcularon 97.4 millones, casi cinco veces más personas. Simplemente, desde un punto de vista cuantitativo resulta lógico pensar que además de más niños y adultos hay también más ancianos.

Otro detalle interesante, digno de ser tomado en cuenta, es que la rapidez con que nos reproducimos los mexicanos ha disminuido notoriamente en los últimos 30 años. En 1970 la tasa era del 3.5% anual, mientras que para el 2000 fue de 1.6. Dicho en otras palabras, disminuimos a poco menos de la mitad el ritmo de crecimiento.

Evolución de la población y tasas de crecimiento, 1900-2000

Esto último es un éxito en términos de controlar la sobrepoblación, hecho que se ve con gran preocupación, pero por otro lado crea un nuevo problema. Si nacen menos niños durante las próximas décadas, más tarde tendremos una población envejecida donde una proporción importante de mexicanos y mexicanas serán ancianos. Antes, cuando las familias eran numerosas (por tener muchos hijos), lo normal era que los ancianos se acomodaran en algún sitio. Ahora, con la familia pequeña, la carga de un abuelo o abuela -que difícilmente puede independizarse económicamente- recae sobre menos personas. Eso sin contar con que la familia pequeña tiene otra dinámica de funcionamiento, diferente a la que mostraba la familia tradicional de mediados del siglo pasado.

 

 

 

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