Tenemos una sociedad que no se preparó para tener una gran cantidad de ancianos y ancianas. Como siempre, lo urgente se convirtió en prioritario frente a lo importante; así que si alguien ha tenido que esperar hasta ahora, han sido justamente los adultos mayores.

Gastamos planas y planas en hablar del valor de la experiencia y en lanzar loas a la sabiduría de los mayores, pero en la vida cotidiana se vuelven como los muebles viejos: ocupan mucho espacio, están fuera de moda y en ocasiones hasta estorban. Demos una mirada a algunas realidades:

- Si no hay trabajos remunerados para los ancianos, ¿cómo caramba queremos que sean autosuficientes? Para las familias puede ser muy pesado tener que cuidar, atender y proveer a una boca más, pero para el anciano es también incómodo y humillante el hecho de verse reducido a la condición de dependiente. Es mortificante si tiene capacidad de trabajo, pero no hay oportunidades para desarrollarlo. Más vergonzoso cuando ni siquiera hay opciones para elegir. Totalmente desesperanzador al tener conciencia de que con esta probabilidad de vida incrementada, la dependencia se prolongará mucho más, quién sabe hasta cuándo.


- En una sociedad que rinde culto a la juventud, a la fuerza y a la belleza (que por fortuna aún tiene sus puntos de fuga en algunos sectores minoritarios), la persona de edad no cabe. En una sociedad donde la palabra viejo se emplea peyorativamente, a manera de insulto... ¿habrá que avergonzarse y ofrecer disculpas por ya no ser joven? Ser joven o viejo no es producto de una elección personal, es simplemente parte de una secuencia natural biológica a la que, hasta ahora, todos tendremos que someternos.

- En algunas de las instituciones sociales donde se labora con ancianos, sorprende la semejanza que se mantiene -tanto en forma de trabajo como en actividades- con los jardines de niños, incluyendo sólo cantos, manualidades, juegos, etcétera. Llegar a la vejez no es volver a la infancia, ¿por qué no retomar los modelos de otras organismos donde se atiende a los intereses de los participantes? Hay una experiencia de vida previa, hay conocimientos, capacidad de aprendizaje y expectativas de futuro. No se trata de llenar un tiempo muerto y vacío, sino de continuar y seguir construyendo un proyecto de vida.

- Los conceptos de infancia, juventud y vejez han sido construidos socialmente. Hasta ahora nos cuesta un enorme trabajo asumir que la vida no acaba a los 60 o a los 70. Que los viejos -como cualquier otro ser humano- tienen también derecho a ejercer una sexualidad, a participar social y políticamente, a tener un proyecto propio. ¿No será tiempo de revisar el concepto de vejez? ¿Es un conflicto que el abuelo se enamore o la abuela tenga sus pretendientes? ¿Cuál es el problema de que los ancianos decidan que pueden y quieren participar en manifestaciones, marchas y demás? ¿Dónde está el desfiguro si la gente mayor sale a bailar?

- La vejez es un asunto social. Tan es así que en la Asamblea General de las Naciones Unidas del 16 de diciembre de 1991, se aprobaron los "Principios a favor de las personas de edad", donde se establecen el derecho y la obligación de los países para que los ancianos tengan acceso a educación, trabajo, participación, cuidados, autorrealización y dignidad. Nada que no deba ser también derecho de cualquier persona independientemente de su edad; pero con la complicación de que a la gente mayor y a sus familias se les hace sentir que es un problema individual, un tanto ajeno a las obligaciones del Estado. Algo así como un asunto de buena o mala suerte, dependiendo del caso.

 

 

 

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