Hay, sin embargo, un caso que invita a la reflexión:

¿Recuerdas eso que se ha dado en el futbol profesional como campañas de ayuda? Se mete un gol y una escuela gana computadoras. O bien, tras el ingreso del balón a las redes, algún niño o niña obtiene el apoyo para poder ser operado y recibir, por ejemplo, un transplante de riñón. Existe también la variante de que el abatimiento del portero contrario garantiza que varios niños reciban apoyo en su nutrición durante algún tiempo.

Todas ellas obras encomiables. Todo es importante porque se apoya la educación y la salud de los que menos tienen, de los más amolados pero... ¿QUÉ PASA CUANDO EL GOL NO ENTRA PORQUE EL GUARDAMETA DEL EQUIPO CONTRARIO ES MUY BUENO?

Ahí está el punto. El buen portero se convierte en villano porque, con su excelente actuación en la cancha, al detener un balón le quita la oportunidad a una escuela de ganarse las computadoras que tanto necesitaba. O peor aún: atrapar la pelota significa que los niños que esperaban comer un poco mejor, no lo harán. Igual sucede al contrario: cuando el delantero sale a jugar en un mal día y no atina a perforar las redes con un remate sensacional, su falla dejó sin alimento a los esperanzados chamacos.

Vista así la campaña de ayuda toma una apariencia un poco absurda, ya que entonces hay villanos y víctimas. Los villanos serían quienes impiden la ayuda: esto es un buen portero o un mal rematador. En esta situación los aficionados deberíamos indignarnos cada vez que el portero de nuestro equipo favorito hace una atajada increíble, o cuando nuestro sector ofensivo termina por echar a perder las oportunidades de gol.


 

 

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