Ramón Cordero G.

 

Sobrepeso y obesidad son flagelos de nuestro tiempo. Comidas rápidas, oferta en el mercado de una gran variedad de productos que, además de sabrosos, son también una bomba de calorías; cambios en nuestros hábitos nutricionales y una vida cada vez más sedentaria, son las causas que están por debajo de la línea de flotación del iceberg.

Lo común es que la gente pretenda reducir esos kilos adicionales en un tiempo récord. Pretensión un tanto absurda si el incremento de peso no se dio en una semana o en una quincena, sino que seguramente requirió de varios meses o incluso años.

Una de los más grandes desaciertos, consiste en depositar esperanzas y expectativas en los remedios milagrosos e instantáneos. Pomadas, cápsulas, dietas extraordinarias, abstinencia total de comida, e incluso cantidades demenciales de ejercicio realizado en unos pocos días, resultan casi siempre —en el mejor de los casos— en esfuerzos vanos mientras que en el peor podrían significar daños importantes para la salud.

Sí, hay quien logra disminuir sus medidas, pero también es necesario mencionar que si no hay cambios en la forma de vida —en las causas mismas que originaron el sobrepeso— lo más seguro es que la recuperación de lo perdido sea bastante rápida y tal vez hasta con una ganancia adicional: el famoso “rebote”.

 

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