En una persona sana y sin problemas metabólicos o de algún otro tipo, la explicación del sobrepeso es tan simple que sorprende la complicación de las cosas que hacemos para eliminarlo. Nos sometemos a grandes esfuerzos, gastamos dinero y hacemos sacrificios dignos de mejor causa, cuando es bastante evidente lo que debemos hacer.

  • Incrementamos nuestro peso cuando ingerimos más nutrientes de los que el cuerpo usa y gasta

 

  • Bajamos cuando lo consumido es menos que lo que el organismo está empleando

 

 ¿Cuál sería la solución?

 Es lógico que las únicas maneras son consumir menos energía o gastar más de ella. Incluso podríamos hablar de una mejor opción: combinar ambas cosas.

No, no se trata de ponerse a dieta. Al menos no con la idea tradicional de lo que son esos regímenes alimenticios. Consiste en efectuar unos pocos cambios a nuestra cotidianidad.

¿Es lento? Sí, muy lento; pero a cambio no requiere de esfuerzos titánicos, agónicas renuncias y todas las tribulaciones que la gente suele enfrentar cuando ha decidido bajar de peso. Es por ello que hablamos de “adelgazar sin dolor.

Ahora bien: a cambio de ese ritmo lento de reducción, la ventaja invaluable es que se trata de algo tan paulatino, que nuestra salud no se ve afectada de ninguna manera y tampoco hay eso que llaman “rebote”. De hecho se establecen nuevos hábitos de vida que garantizan la estabilidad de la báscula.

 

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