- Reducir la ración (menos crema o queso).
- Sustituir por productos con menos grasa (yogurt natural en lugar de crema o quesos frescos a cambio de los madurados).
Evitar la cena pesada. Al menos en el caso de las calorías, estas resultan muy poco necesarias durante el periodo de sueño ya que nuestro cuerpo se mantendrá en inactividad. El gasto será mínimo y por tanto hay más posibilidades de que entren a formar parte de nuestros almacenes de grasa, que son la forma más eficiente que tiene el cuerpo para guardar los excedentes. Una ventaja adicional es que se suele tener un sueño más tranquilo también.
Ensalada y verduras de entrada. Muchos de nosotros tenemos el mal hábito de dejar de comer cuando sentimos “lleno” el estómago. Lo recomendable sería aprender a identificar la sensación de saciedad y entonces dar por concluida la comida. Mientras eso sucede, podemos iniciar la comida con alimentos bastos y voluminosos, como las verduras y ensaladas, para luego continuar con el resto de los alimentos. Si ya nos sentimos satisfechos, es mejor que lo que dejemos de comer sea la sopa de pasta.
Comer despacio. La señal interna que nos hace sentir que ya no tenemos apetito tarda un poco en ser disparada. Eso depende del procesamiento y transporte de los primeros nutrientes en el cuerpo. Si comemos con rapidez, habremos ingerido más de lo requerimos, ya que no dimos tiempo de espera para la señal. En cambio, si la comida se hace a un ritmo lento, habrá el lapso suficiente para que el propio organismo haga saber que ya no necesitamos comer más.