Vivir
en medio de la hostilidad
.....
Hacía mucho que le había dejado de ser agradable ir
a la escuela,. No entender lo que se trabajaba en clase y no poder
establecer relaciones de camaradería con los que supuestamente
eran sus iguales, le quitaba cualquier gusto a la actividad estudiantil
matutina. Si a eso sumamos la presión ejercida por maestros
y maestras preocupados por sus avances y sus aprendizajes, dejaban
el panorama como para llorar.
....La
casa habría podido constituirse como el oasis necesario para
sobrellevar la escuela. Ah, claro: pero con un historial académico
lleno de tropiezos, menudeaban las reprensiones, los llamados de atención,
los castigos y, por supuesto, los reiterados llamados para dejar atrás
la pereza.
....¿Pereza?
Vaya interpretación simplista.
....Habría
que ver cómo se desempeñarían sus padres en un
trabajo en el que les solicitaran hacer algo que no estuvieran en
posibilidad de desempeñar. ¿Con qué gusto acudirían
a laborar si tuvieran la certeza de encontrar a un supervisor malencarado
por el bajo desempeño y dispuesto a ejercer presión
sobre ellos a la menor oportunidad?
....También
sería interesante constatar lo “motivante” que
sería regresar todas las tardes a un hogar en el que se sufriera
el reclamo por el bajo desempeño laboral, y se exigieran mejoras
imposibles de lograr con autonomía o simple esfuerzo personal.