Los aprendizajes por evitar
Luego de la lectura del artículo, es posible que esto de la rapidez
nos parezca insensato y, sin embargo, mucho de eso lo aprendimos en nuestros
años de infancia y con probabilidad sea algo que también
enseñamos a nuestros hijos.
¿Sorprendente? No lo es tanto, así opera
la reproducción de los patrones generación tras generación.
Lo malo es que nos pase desapercibido porque es algo que hemos incorporado
a nuestro estilo de vida y por lo que quizá en mucha ocasiones
hasta fuimos premiados.
Todo cambio radical pasa por tomar conciencia de lo que
hacemos, razón por la que anotamos algunas preguntas, cuya respuestas
podría sernos útiles si estamos en el proceso de eliminar
algunos kilos que nos sobran, o vemos, ya con preocupación, cómo
nuestros niños comienzan a lidiar con la obesidad.
• ¿Cuánto tiempo le toma comer?
• ¿Cómo mastica?
• ¿Cómo son sus bocados?
• ¿Se detiene a pensar si ya está
satisfecho o satisfecha, a pesar de no haber ingerido todos y cada uno
de los platillos del menú?
Por lo que respecta a los niños es doblemente complejo,
ya que —aun cuando lo hagamos con amor— el darles de comer
no deja de ser una obligación que nos demanda tiempo y dedicación
que deben ser sumadas al resto de las ocupaciones que llenan nuestro día,
además de que con todo y las limitaciones que tengamos, pretendemos
educar.
Es
bastante frecuente que recurramos al viejo truco de la motivación
para que el trámite se acelere: “¿Quieres salir a
jugar o ir a ver televisión? Apúrate a comer y entonces
podrás”.
Otra de las frases favoritas es: “No te levantas
de la mesa hasta que termines de comer”.
Podrá generarnos angustia que los niños
no se estén nutriendo como corresponde a su edad, pero qué
tal si en principio ellos están tratando de hacer caso a esa indicación
de satisfacción brindada por su organismo.
Dejar de comer no es desperdiciar, quién dice que
“llevarse puestos” los alimentos —en forma de grasa
corporal— es una buena forma de aprovechar.
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