Cadáveres pirotécnicos
Aunque ha disminuido un poco su uso —por lo
menos eso se cuenta, a menos que se trate de una leyenda
urbana—, la temporada navideña continúa
siendo animada por el tronar de cohetes o petardos y las chispas
fugitivas de algún artilugio volador.
Con ayuda de escoba y recogedor podremos hacer la
colecta de fiambres que encontrarán sepultura en el cesto
de la basura. Añadamos a la lista, pero sin olvidar un efecto
paralelo: la contaminación del aire. ¿Recuerda ese
olor a pólvora quemada flotando en el aire durante varias
horas y que no sabemos si termina por desaparecer o simplemente
nos acostumbramos a él hasta dejar de percibirlo? Traiga
a su mente esa bruma artificial que opaca la vista en una mañana
posconmemoración. Es otro regalo navideño no deseado,
pura contaminación.
|