¿Qué importa si se ve limpio?

El problema es que nuestro organismo no se deja llevar por las simples apariencias. Si hay agentes que atacan a nuestro cuerpo, éste debe entablar una batalla contra ellos a fin de conservar la salud. En muchas ocasiones el compromiso es sorteado con éxito, pero las probabilidades disminuyen cuando los microorganismos o las sustancias nocivas siguen presentes y además incrementan su concentración.

            La condición minúscula de las partículas y esa dificultad que tenemos para identificarlas, hace que nuestra reacción inmediata sea la de ignorarlas. "Algo tan pequeño e invisible no puede ser tan grave". No obstante, las epidemias que ocasionalmente brotan ya tendrían que habernos dejado una lección.

            Si tuviéramos la oportunidad de hacer exámenes químicos y microscópicos, comprobaríamos que la alfombra es el receptáculo de los más variados agresores que llegaron a través de nuestros zapatos, el viento, las mascotas, la cocina e incluso de nosotros mismos.

            Ahí encontramos a los ácaros —nuestros eternos compañeros de cama— que fácilmente desencadenan reacciones alérgicas en personas susceptibles.

            Hay metales pesados que son el resultado de la degradación química normal de sustancias que los contienen, donde el efecto acumulativo del cadmio, plomo o cromo (entre otros), pueden ser cancerígenos o provocar patologías por la intoxicación de largo plazo.

            También habrá esporas microbianas que sólo esperan mejores condiciones que les permitan activarse y dar lugar a nuevas generaciones de organismos. A veces eso sucede cuando derramamos un líquido, y a los pocos días percibimos un olor desagradable que no es otra cosa que el producto del metabolismo bacteriano o de los hongos.